¿Es público el espacio?

 

A la luz de una sociedad de valores plurales y de ciudadanos iguales entre ellos, lo público debe ser un lugar de encuentro con la diferencia, lo contrario causaría un exilio del espacio de la comunidad a quienes no quieren o no pueden vivir como la mayoría.

 
Julián D. González Escallón
 
Coordinador de incidencia nacional – Comisión Colombiana de Juristas
 
 

En El Nomos De La Tierra, Carl Schmitt parte de una idea simple pero poderosa: el Estado y las leyes son una forma de apropiar el espacio. De esta apropiación surgen todos los órdenes sociales y se establecen las interacciones; el asentarse y tener una discusión sobre lo común es lo que hace que surja la idea de lo público. Mucho de esta idea de las formas de habitar el espacio es visible en el debate que ocasionó la Corte Constitucional al fallar la demanda por inconstitucionalidad contra los artículos 33 y 140 del Código Nacional de Policía y Convivencia (ley 1801 de 2016). La Corte encontró la razón a los demandantes y sostuvo que estos artículos (multas y prohibiciones de ingesta de alcohol y sustancias alucinógenas) atentaban contra el libre desarrollo de la personalidad. Más allá de las trajinadas consideraciones sobre la autonomía individual, punto sobre el que la Corte ha sido más que clara en múltiples oportunidades, hay otro aspecto de este debate que merece una mención.

En el fondo, lo que está en juego son dos ideas distintas sobre que significa lo público en términos de como se habita el espacio en común. En general, el argumento de quienes sostienen que la Corte se excedió en este caso es que el espacio público (como los parques) es un lugar donde se dan cita niños y jóvenes para propiciar formas de vida saludables y tener vida en comunidad. Estas actividades positivas podrían verse afectadas por estilos de vida negativos, como el alcohol o las drogas, y evitar que se consoliden y practiquen formas de vida generalmente consideradas positivas. Por otro lado, quienes consideran lo público como el espacio de la expresión, creen que habitar los espacios destinados a la ciudadanía implica un encuentro con las múltiples formas de existir presentes en la comunidad. Por esta razón, y si bien hay prácticas definitivamente prohibidas, mientras no se cause un perjuicio a los derechos de los otros o al espacio público con la ingesta de alcohol o estupefacientes, no debería haber una prohibición.

Lo público, en concepto de quienes no aprueban la decisión de la Corte, debe ser un sitio donde prime una idea de civilidad. El lugar material donde la comunidad se encuentra debe tener un estándar de pulcritud y las personas deben abstenerse de usarlo si no es para unos fines específicos para los que fueron diseñados. Esta idea también recorre el argumento de quienes creen que las manifestaciones públicas no deberían entorpecer el transporte, o que los muros de las ciudades no deben ser intervenidos sin el consentimiento de sus propietarios. Así planteado, las ideas contrarias de cómo se habita el espacio esconden toda una visión sobre lo que se debe dejar para el ámbito privado y cómo debe ser el comportamiento en sociedad (público). El gran problema con esta postura de división tajante entre lo privado y lo público, es que terminaría privilegiando la forma “neutral” y normalizada de una idea políticamente construida sobre lo decente o lo aceptable y ocultando todo lo que no entre en ese parámetro. A la luz de una sociedad de valores plurales y de ciudadanos iguales entre ellos, esa postura causaría un exilio del espacio de la comunidad a quienes no quieren o no pueden vivir como la mayoría o sencillamente vivir en comunidad.

Edición 638 – Semana del 8 al 14 de junio de 2019
   
 
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