La penumbra del cumplimiento

 

Los frutos del cumplimiento son visibles a largo plazo mientras que las consecuencias del incumplimiento son verificables de inmediato. La razón es simple, mientras que el incumplimiento genera un impacto sobre la conducta de los otros, aquel que cumple mantiene la consistencia de la sociedad.

 
David Fernando Cruz
 
Abogado Incidencia Nacional – Comisión Colombiana de Juristas – CCJ
 
 

Para los colombianos el incumplimiento es una obsesión. Esta inclinación resulta apenas natural en una sociedad en donde las expectativas sociales se deforman para ajustarse a la realidad. En todas las escalas somos testigos y participes del incumplimiento, desde la hora de inicio de una reunión, pasando por alguien que se salta la fila, hasta el evidente incumplimiento de las promesas electorales por parte del presidente. La obsesión por el incumplimiento parece, entonces, un mecanismo de supervivencia en un esquema social en donde cumplir es la excepción y el incumplimiento la regla.

Adicionalmente, el incumplimiento tiene un efecto psicológico desafortunado: genera en quienes sí cumplen el desasosiego sobre sus propias acciones. En otras palabras, quién cumple y observa el incumplimiento se siente fuera de lugar y vulnerado, y se ve movido a incumplir. Quién llega puntual a sus citas, pero siempre le toca esperar a que lleguen los demás termina abandonando este saludable habito; al igual que quién espera paciente en la fila, pero no logra entrar al bus porque otras personas ingresan por los costados. El incumplimiento se expande fácilmente e impide ver a quienes si cumplen y reconocerlos como ejemplos a seguir. Como decía el profesor Mauricio Villegas, el incumplimiento se lleva todas miradas, mientras que el cumplimiento pasa desapercibido.

Algo similar pasa con el Acuerdo de Paz: Santrich, el incumplidor, arrastra las miradas atentas de la sociedad. Él se ha convertido en el símbolo absoluto del incumplimiento y en una carga pesada para la construcción de paz. Sin embargo, en la penumbra, gran parte de los líderes y desmovilizados de las antiguas Farc se han ceñido al Acuerdo, aún a pesar de las amenazas que se ciernen contra ellos en el territorio. El estoicismo de muchos de los exintegrantes de las Farc es digno de admirar, pues han cumplido con sus obligaciones aun a pesar de que el gobierno ha mermado el apoyo y flexibilizado su seguridad. Entonces, ¿por qué no los vemos? ¿por qué no apuntamos los reflectores sobre quiénes si han cumplido?

Los frutos del cumplimiento son visibles a largo plazo mientras que las consecuencias del incumplimiento son verificables de inmediato. La razón es simple, mientras que el incumplimiento genera un impacto sobre la conducta de los otros, aquel que cumple mantiene la consistencia de la sociedad. Es decir, quien apoya a los demás es más difícil de ver que quién los empuja.

Pasados más de dos años desde la firma del Acuerdo, quienes mantienen sus pilares permanecen invisibles bajo la sombra de unos pocos que los intentan derrumbar. Pero, por debajo, sus frutos empiezan a germinar: desde el trabajo de los Congresistas de la Farc hasta los nuevos proyectos productivos, marcan un nuevo horizonte que tiene la potencialidad de moldear los contornos de nuestra sociedad. Su símbolo más poderoso es tal vez el episodio de Julián Gallo (conocido popularmente como Carlos Antonio Lozada) ayudando a José Obdulio Gaviria, uno de sus más intensos contradictores en el Congreso. Ese es uno de los frutos del cumplimiento: que entre contradictores políticos se auxilien y no se maten, y hay que realzarlo. Poner los reflectores sobre esta nueva realidad que pasa desapercibida a nuestros ojos.

Edición 643 – Semana del 13 al 19 de julio de 2019
   
 
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