Colonizadores y Arrieros

 

Historia de arrieros y colonos que descuajaron montes, selvas y bosques húmedos, en una época donde nadie los alertó por el daño a la vegetación, ni tuvieron prevención por el cambio climático porque las emisiones de carbono no alertaban lo que sucede hoy.

 
Alberto Ramos Garbiras
 
Magister en ciencia política, Universidad Javeriana
 
 

Omar Adolfo Arango, novelista conocido en Colombia por obras como “La leyenda de Juan Valdés”, y “El Príncipe de Chía”, entre otras publicaciones; está ad-portas de publicar otra obra titulada “San Luís de Sevilla”, una crónica novelada sobre la fundación de Sevilla (Valle), que inicialmente se llamó San Luís entre 1903 y 1914, un corregimiento de Bugalagrande hasta convertirse en municipio. Una crónica histórica y descriptiva, no del testigo sino del investigador documentado que luego, se lo imagina todo. La crónica tiene un narrador omnisciente, omnipresente y transtemporal como si hubiera vivido todos los hechos.

La obra de Omar Adolfo Arango coincide en la temática con la última novela de William Ospina, “Guayacanal”, que aborda el proceso de colonización antioqueña a través de su bisabuelo Benedicto, luego de su abuelo y llega a la posesión de un inmueble rural de sus padres en Padua (Tolima), tres generaciones que cubren casi 100 años de historia colombiana. Los colonos de Antioquía, saliendo de Sonsón, empezaron por el sur de esa región y se extendieron al viejo Caldas, al Tolima y a la zona del eje cafetero en el norte del Valle. Ambos autores se refieren a Sonsón como punto de partida de los colonizadores. Si al bisabuelo de la novela histórica de William Ospina, familiar y semibiográfica, le tocó comprar una finca, ello se puede explicar por una razón, en 1890 ya las desposesiones, apropiaciones, compraventas, negocios o tradiciones habían avanzado mucho desde 1821 cuando se fundó el Estado colombiano después de expedida la primer Constitución, produciendo un reparto de la tierra que se les quitó a los encomenderos españoles quienes se había apropiado de todas las tierras de los indígenas, habiendo liquidado al menos a 40 comunidades étnicas durante la conquista y la colonia.

Estamos ante dos novelas que narran muchos aspectos de la colonización antioqueña. En ambas novelas los autores coinciden en describir la concepción antioqueña de tener familias numerosas, muchos hijos para que trabajen la tierra y produzcan ayudando a sostener la familia; concepción apuntalada por la religiosidad católica con el mandato bíblico de creced y reproduciros, creyendo es un pecado grave evitar los hijos al final del acto sexual.

Historia de arrieros y colonos que descuajaron montes, selvas y bosques húmedos, en una época donde nadie los alertó por el daño a la vegetación, ni tuvieron prevención por el cambio climático porque las emisiones de carbono no alertaban lo que sucede hoy. A los colonizadores inclusive se les exaltó por la tenacidad y bravura; en armenia tiene inclusive un parque dedicado a exaltarlos con su arma preferida: un hacha.

La crónica novelada de Omar Adolfo Arango, se remonta a 1851 en Fredonia, luego nace Heraclio Uribe Uribe en la finca El naranjal, el fundador de Sevilla, hermano del político liberal más importante de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, partícipe en virtud a la turbulencia de los acontecimientos de dos guerras civiles, se opuso con vehemencia al régimen de la llamada Regeneración liderada por Rafael Núñez, y no concebía que se pudiera perder por secesión Panamá, alentada la separación por los EEUU para construir el canal que no habían podido realizar en Nicaragua con William Walker y sus paramilitares los Pinkerton; Rafael Uribe Uribe, autor de varios ensayos, entre ellos uno sobre la importancia del café en la economía colombiana, y protagonista de importantes eventos hasta que fue asesinado vilmente en Bogotá a punta de hachazos, un doctrinante del partido liberal que consolidó la línea teórica del partido liberal de finales del siglo XIX y principios del XX.

Esta obra puede mirarse también como una novela política, aparecen alusiones a la terminación de la esclavitud; se refiere a los presidentes de la segunda mitad del siglo XIX, a las guerras civiles de 1876 y 1884, las disputas entre liberales y conservadores, incluye alusiones y varios aspectos referentes a los gobiernos liberales del Olimpo Radical (1863 – 1885); se siente en muchas páginas las tensiones políticas y sociales que desembocan en confrontaciones armadas, en una crispación de los ánimos que afectó la economía; odios desbordados por el uso del lenguaje de los curas desde los púlpitos, afectados por el proceso de desamortización de sus bienes que habían acumulado de herencias cedidas por católicos inducidos a entregarlas.

Heraclio Uribe participó como guerrillero liberal en la guerra de 1876, durante el gobierno de Aquileo Parra (Coincidencialmente en su vejez va a parecerse a la estampa de Aquileo grabada en libros de historia). Y será nombrado coronel por Julián Trujillo, jefe del ejército oficial, también Heraclio será Prefecto del Gobierno en Manizales; además Prefecto y Constituyente del Estado de Antioquia. Omar Adolfo Arango, narra la batalla de los Chancos con precisión de cronista, al estilo de Soublette acompañando a Bolívar en sus batallas y consignando todo en boletines; así leemos con asombro como el fanático llamado El Mesías irrumpe en el campo de batalla gritando letanías y vociferando a nombre del papa Pio Nono, como los cruzados medioevales contra los musulmanes.

Esta crónica novelada, tiene un énfasis histórico en todas sus páginas; nos muestra el fanatismo religioso que llevó a ese proceso de desamortización de bienes de manos muertas por parte del gobierno, describe a los curas lanzando epítetos y sátiras contra los liberales que los habían expropiado; describe el éxodo o fuga de curas dominicos, franciscanos y jesuitas sacando los bienes y joyas del país. Otros los enterraban para ocultarlos temporalmente. Se refiere a los latifundios logrados por los clérigos y por conservadores aliados y los compara con las zonas de mediana propiedad adquiridas con dificultad por colonizadores y campesinos para establecer la economía familiar. El autor es satírico contra los curas que ideologizaron a la población, se desprende una actitud escéptica del cronista contra la iglesia, sin caer en el ateísmo.

Alude a la pujanza de los arrieros y colonizadores antioqueños, organiza un cuadro de costumbres de los paisas en La Loma (así llamaban a Antioquia en el siglo XIX), describe costumbres, el funcionamiento de las fondas como sitio de hospedaje y sus servicios múltiples ante la ausencia de graneros o tiendas de abarrote; el vestuario de los personajes, como la descripción del sombrero de Guaimaró, el mulato mayordomo de la finca con polainas y carriel. Alude a recetas de yerbateros, abusiones, sustos, creencias como la del espanto de la mula de tres patas, las madremontes, las patasolas y los curas sin cabeza.

Aparecen los utensilios de la época; se menciona el tranvía tirado por mulas usado en Bogotá y Medellín; narra pasajes de guaqueros, descuajadores de bosques, relaciona ríos, quebradas, fangales, guaduales, un ringlero de nombres con clases de árboles, montañas, precipicios, desfiladeros y vegetación dispersa; el transporte de los corotos en mula; se refiere al ferrocarril orientado por el cubano Cisneros como el cambio de la mula de cuatro patas a la mula de hierro, y decenas de descripciones con un lenguaje impecable.

Don Heraclio había descubierto en un viejo recorte de prensa que existía la Ley 16 de 1874, la cual autorizaba que los terrenos incultos de la Nación podían ser colonizados; y se enfrentó al tema de los terratenientes de la sociedad Burila aparecida en 1884, que extendían sus terrenos hasta allí. Antonio María Gómez, otro fundador, fungió como relator y secretario con el objeto de asignar terrenos. Conozco el diario con las anotaciones de Antonio María Gómez, bisabuelo de Aldemar Gómez Ocampo, exalcalde de Sevilla, quien me lo facilitó en el año 2005 cuando escribí un artículo para la Academia de Historia del Valle.

Omar Adolfo Arango, en su nueva obra literaria San Luís de Sevilla, narra una historia que va desde 1851 hasta 1946, una temporalidad de 95 años, 52 antes de la fundación de Sevilla (Valle) y 43 posteriores entregándole a los lectores una cuadro histórico, político y costumbrista que empieza describiendo la vocación agraria de la época con cultivos de añil, cacao y tabaco, y la inclinación de los hacendados por la cría y levante de ganado en amplias dehesas, como lo hacia Don Tomás Uribe, padre de Heraclio , el fundador.

El autor se refiere a la extracción del oro de las minas (el oro movía todos los negocios); lo que nos denota como el oro siempre ha sido el objeto de persecución por parte de los conquistadores, españoles y continuó durante la Colonia que los llevó a traer forzadamente a los africanos sometidos para reemplazar la mano indígena extinguida; el oro y su extracción durante las primeras fases de la República; y el oro hoy concedido a compañías extranjeras en detrimento de páramos, ríos y bosque, o en manos de la minería ilegal y criminal que alienta también otras clases de disputas y violencias regionales.

En esta crónica novelada leemos descripciones de la naturaleza, de los entornos, de la geografía, ríos, quebradas, variada arborización, una novela con componente ambiental, a la manera de Jorge Isaacs en María, la más importante novela del siglo XIX. Precisamente Jorge Isaacs aparece mencionado en el contexto de la guerra civil de 1876, al lado de su primo, el Gobernador del Gran Cauca, César Conto, cuando fugazmente reciben información de Rafael Uribe, antes de la batalla de Los Chancos. Esta guerra civil impulsada por los conservadores antioqueños va a enfurecer a Isaacs quien 4 años después se toma Antioquia, derrocando al presidente Restrepo, para tratar de evitar los pasos hacia la disolución de las estructuras radicales estampadas en la Constitución de Rionegro, porque Isaacs ya columbraba las intenciones de Rafael Núñez. O sea, Rafael Uribe y Jorge Isaacs, en diferentes momentos se enfrentaron a Rafael Núñez, porque veían errado el proceder de los regeneracionistas.

Edición 652 – Semana del 14 al 20 de septiembre de 2019
   
 
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