Ni líquidos ni solidos: El estado coloidal
de los partidos políticos en los departamentos

 

Los partidos, coaliciones y G.S.C. son usados de manera instrumental, con poco o nulo sustento ideológico y programático. Los resultados regionales hacen pensar que en 70 años Colombia dio un vuelco del extremismo sectario de la época de la Violencia al faccionalismo pragmático y en extremo personalista, igualmente peligroso para el buen funcionamiento de una democracia.

 
Leyder Perdomo1
 
Corporación Viva la Ciudadanía, Regional Antioquia – Plataforma SEPA
 
 

Utilizando la expresión de Rokkan, Francisco Gutiérrez Sanín (2006) adujo que en Colombia se produjo un “deshielo” de los partidos políticos tras el ascenso al poder de Álvaro Uribe en el año 2002, quien en el 2003 impulsó la reforma política y en el 2004 logró la reforma constitucional que permitiría su reelección.

Antes de ello, el “congelamiento” del sistema bipartidista colombiano –conformado por el Partido Liberal y el Partido Conservador– se había caracterizado por “la fidelidad del voto de distintos sectores de la población con determinados partidos (es decir, de patrones de voto estables)” (Gutiérrez, 2006, p. 108). Esa característica había sido una constante nacional para liberales y conservadores, por tanto, el deshielo consistió en la fractura que sufrieron, consistente en que el Conservador se regionalizó y el Liberal corría el mismo riesgo (Gutiérrez, 2006, p. 108)2.

Pues bien, la desnacionalización de los partidos tuvo su auge con las reformas de principios de siglo, pero deviene de un viejo proceso –mucho mayor del que puede retratarse en tan pocas páginas–, consistente en el anclaje de poderes locales y regionales que se convirtieron en eslabón intermedio de la larga cadena del clientelismo nacional y se constituyeron en facciones partidistas regionales y locales, algunas de las que han disputado y logrado ascenso hasta el poder nacional.

Pero, según los resultados de las elecciones regionales y locales del pasado domingo, los partidos políticos –viejos y nuevos– ya no logran un nivel de consolidación más o menos presentable en las regiones, esto si se en tiende por consolidación la capacidad de movilizar un electorado que los prefiera autónomamente, por su etiqueta. No obstante, tampoco parece que los partidos corran el riesgo de desaparecer, en coalición con otros partidos, movimientos o Grupos Significativos de Ciudadanos (G.S.C.), continúa su acceso al poder político regional y local. Los partidos políticos se encuentran en estado coloidal, el mismo de la gelatina, ni sólidos ni líquidos, pero sí proclives a adoptar las formas que le exija el ambiente.

A nivel nacional, la medición de los resultados de la elección de gobernadores da cuenta de que ni un tercio de esos cargos quedaron en manos los partidos políticos. De 32, 25 departamentos quedaron en manos de coaliciones de partidos, GS.C. y movimientos (78%), 6 fueron para los partidos (18%) y 1 en un G.S.C (3%), lo que evidencia la menor capacidad de movilización electoral de los partidos políticos, es decir, la ausencia de su consolidación (Ver cuadro 1).

Desde esa perspectiva, resultan “ganadores” el Partido Liberal y el Centro Democrático, pero la dimensión de su triunfo es paupérrima, con solo dos elecciones en todo el país. Sin embargo, el panorama es aún peor para los demás partidos, con 1 elección en el caso del Partido Conservador y el Partido de la U, y el panorama es más desolador para todos los demás partidos: Cambio Radical, la ASI, el MAIS, Colombia Renaciente, el Partido Verde, la ADA, AICO y el PDA no conquistaron ni una sola gobernación por su cuenta.

Mención aparte merece el G.S.C. Fuerza Ciudadana -Magdalena, que logró la gobernación del departamento del Magdalena y la alcaldía de su capital, la ciudad de Santa Marta. Aunque numéricamente es menor, esa iniciativa logró mantener su lugar de poder en esa parte de la Costa Caribe.

La imagen es distinta si lo que se observa es el número de alianzas de las que participaron los partidos y que fueron elegidas en las gobernaciones, resultados que permiten concluir que tampoco están desaparecidas las estructuras partidistas (Ver cuadro 2).

Según esos resultados, los partidos tradicionales y los partidos transicionales derivados del liberalismo mantienen su capacidad estratégica para ser vigentes en el poder regional, al menos como mecanismos de subsistencia.

Sorprenden los resultados relativamente buenos de la ASI, MAIS y Colombia Renaciente, estructuras pequeñas que salen a flote, habrá que ver su participación en las coaliciones es formal o material. Los resultados de AICO y ADA encajan en lo predecible para la percepción de sus tamaños.

El Partido Verde y el Centro Democrático no son los peor clasificados, pero dada su capacidad de incidencia nacional, sobre todo en el caso del segundo, seguramente los resultados son insuficientes a lo que esperaban.

En suma, las etiquetas partidistas suman, pero más allá de sus capacidades organizativas de militantes, burocracias y algún electorado, al parecer ya no son definitivas en las elecciones regionales, al menos en estas no lo fueron.

A fuerza de coaliciones y G.S.C., en el plano local el carácter programático-ideológico de la política parece “hecho aguas”. Los partidos, coaliciones y G.S.C. son usados de manera instrumental, con poco o nulo sustento ideológico y programático. Los resultados regionales hacen pensar que en 70 años Colombia dio un vuelco del extremismo sectario de la época de la Violencia al faccionalismo pragmático y en extremo personalista, igualmente peligroso para el buen funcionamiento de una democracia.

1 Abogado, profesor de la Facultad de Derechos y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.

2 Y sin que ninguno de los nuevos partidos nacidos ese contexto lograran serlo (Gutiérrez, 2006, p. 108); ni el Partido de Unidad Nacional (Partido de la U), Cambio Radical (CR) o el Polo Democrático Alternativo (PDA) consiguieron ser referentes nacionales sólidos -solo por mencionar algunas de las estructuras que perviven hasta la actualidad. Salvo al PDA, emergente de izquierda, Gutiérrez Sanín etiquetó a esas estructuras como “transicionales”, definiéndolos como “ex-tradicionales que buscaban reinventarse” (Gutiérrez, 2001).

Edición 659 – Semana del 2 al 8 de noviembre de 2019
   
 
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