No sólo es Botero

 

Es que lo que está pasando con la política de defensa es muy grave. Y dicha política no sólo la dicta el ministro sino, principalmente, el presidente, que es el comandante de las Fuerzas Armadas.

 
Patricia Lara Salive
 
Escritora, periodista y activista por la paz – Tomado de El Espectador
 
 

El bombardeo, en agosto, de un campamento de disidentes de las Farc en Caquetá, en el que murieron ocho niños, entre ellos una niña de doce años, y el ocultamiento del hecho por parte del ministro de Defensa y del Comandante del Ejército, quienes presentaron el suceso como un exitoso operativo militar en el que fallecieron 14 criminales, según lo denunció el Senador Roy Barreras en su debate para promover la moción de censura contra el ministro de Defensa, Guillermo Botero (a quien aprecio porque fuimos compañeros en la universidad), serían suficientes motivos no sólo para que renunciara el ministro, sino también el Comandante del Ejército. Y si el presidente Iván Duque justifica el hecho, o guarda silencio ante el mismo, también tendría que caerse él.

Es que lo que está pasando con la política de defensa es muy grave. Y dicha política no sólo la dicta el ministro sino, principalmente, el presidente, que es el comandante de las Fuerzas Armadas.

Miremos ejemplos: no para la matanza de líderes sociales; van cerca de 170 desmovilizados de las Farc asesinados, uno de ellos dentro de una zona resguardada por la fuerza pública; el descubrimiento, por parte de The New York Times, de directrices, dentro del Ejército, que podrían generar el regreso a los falsos positivos, las cuales fueron retiradas de los instructivos militares después del escándalo; las revelaciones de la revista Semana sobre órdenes dadas por el Comandante del Ejército para hacer polígrafos dentro de la institución con el fin de ubicar a los oficiales que le suministraron la información al diario estadounidense, y el mutismo del General Nicasio Martínez ante la denuncia de ese hecho que él había negado sistemáticamente; el homicidio del desmovilizado Dimar Torres por orden de un coronel del Ejército, muerte que al principio fue presentada por el Ministro de Defensa como si hubiera obedecido a un forcejeo entre la víctima y el cabo que ejecutó la acción y, luego, su censura al General que le pidió perdón a la comunidad por el asesinato de Torres; el homicidio, al parecer por la espalda, del campesino Flower Trompeta; la pérdida de imagen ante la opinión pública de las Fuerzas Militares; los constantes asesinatos de indígenas en el Cauca, hasta el punto de que la semana pasada mataron a 16 en ese departamento donde hay siete batallones, y está claro que lo hicieron porque son los indígenas, y no los militares, los que se oponen a los narcotraficantes en la zona... Además, como lo dijo el arzobispo de Cali, Darío Monsalve, quien visitó el Cauca, “se perciben los soldados en las vías de manera muy estática, mientras se mueven con toda tranquilidad esas personas que están dedicadas a asesinar a los a indígenas, especialmente a la guardia indígena. Y la omisión es tan evidente que genera sospechas de vinculación. Creo que lo primero es que se concerté con los indígenas una acción rápida y de fondo (…), de modo que no resulte siendo una ofensa más para ellos”.

En fin, son demasiados los hechos que indican la necesidad de que Duque le dé un revolcón a su doctrina militar, y que nombre una cúpula y un ministro de su confianza, que no se guíe por directrices ajenas.

Pero, eso si, tiene que quedar claro que así el ministro sea un fusible al que el presidente puede remover en cualquier momento, quien de verdad debe responder por la seguridad en el país y porque en Colombia se respeten la vida, honra y bienes de los ciudadanos, es el presidente de la República.

www.patricialarasalive.com – @patricialarasa

Edición 660 – Semana del 9 al 15 de noviembre de 2019
   
 
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