Votar y no elegir

 

El voto en blanco constituye el recurso institucional ideado como canal para que los ciudadanos expresen su inconformidad con la oferta de los partidos y los movimientos políticos. Vale la pena indagar por aquellos patrones que se revelan en el comportamiento agregado de los electores.

 
Juan Carlos Arenas Gómez
 
IEP – Universidad de Antioquia
 
 

Cuando la ciudadanía sale a las urnas a elegir los futuros gobernantes hace una doble refrendación; por un lado, envían una señal de respaldo al mecanismo del voto como forma de elegir gobernantes. Y que, por otro, manifiesten sus preferencias ante algunas alternativas ofrecidas por los partidos, las coaliciones o los movimientos respaldados por firmas. Ante esto los votantes tienen varias alternativas. Pueden, por ejemplo, decidir si acudir a no a las urnas, lo que configura el problema de la abstención. O pueden, en caso de haber decidido votar, apoyar a alguno de los candidatos o listas disponibles o consignar su papeleta sin expresar respaldo a ninguno de ellos.

El voto en blanco (en adelante VB) constituye el recurso institucional ideado como canal para que los ciudadanos expresen su inconformidad con la oferta de los partidos y los movimientos políticos. Si bien, lo que motiva este comportamiento no pueden ser encasillado en explicaciones simples, si vale la pena indagar por aquellos patrones que se revelan en el comportamiento agregado de los electores.

Según los datos publicados por la Registraduría General de la Nación, el VB se incrementó para todos los cargos como se describe en el siguiente gráfico.

Este crecimiento entre 2 y 3 puntos porcentuales, traducido a valores absolutos, significa que hubo más de un millón de personas que optaron por esta alternativa antes que respaldar algún candidato para las alcaldías; más de 1.850.000 que expresaron lo mismo frente al abanico que se les presentaba para las gobernaciones y entre 1.600.000 y 2.700.000 electores que no encontraron mejor opción que votar en blanco para los cuerpos colegiados. No hay que eludir, por lo tanto, la reflexión sobre lo que estos datos dicen a la capacidad de los partidos de ofrecer, en algunos lugares del país, opciones claras que colmen las expectativas de los ciudadanos.

De otra parte, el comportamiento del VB refuerza la idea de que, por un lado, los cargos ejecutivos reciben más apoyo de los ciudadanos que sus respectivos cuerpos colegiados (alcalde vs concejal / gobernador vs diputado); y por otro, que en los cargos municipales de más trayectoria suele pesar menos el VB que en sus equivalentes en el nivel departamental (alcalde vs gobernador / concejal vs diputado). Esto ofrece una pista sobre la relación del VB con el reconocimiento de las funciones e importancia del cargo para el cual se está votando y señala una demanda específica para la formación ciudadana alrededor de estos cargos y su importancia en el funcionamiento del sistema político en su conjunto.

Ahora, respecto a estos resultados vale la pena tomar nota de aquellos lugares que muestran los valores más altos. 25 municipios duplican la media nacional del VB en la elección de alcalde y entre ellos se encuentran capitales de departamento como Armenia, Barranquilla, Cartagena, Pasto, Manizales, Medellín y Popayán. De modo más general, podemos subrayar la existencia de algunos casos a partir de los cuales se pueden perfilar patrones un poco más generales.

Santa Catalina, en el departamento de Bolívar, encabeza el listado de municipios VB más elevados. Registra varios datos interesantes: un índice de participación del 74,1%, un apoyo decidido al candidato ganador (56,72%) que había competido por este cargo con avales distintos tanto en 2011 como en 2015, una votación tendiente a cero para los candidatos perdedores (0,59%, 0,35%) y un VB que alcanza el 42,33%.

A un patrón diferente responden los casos de Belén, en el departamento de Nariño, San Benito en Santander, Corrales y Tunungua en Boyacá. Todos ellos presentan niveles de participación superiores al 74% y sólo un candidato en competencia, la alternativa de quienes no aceptaban la escasez de esta oferta, era el VB que estuvo entre el 15,3% y el 27,4%.

Un tercer patrón lo constituyen los municipios en los que el nivel de participación estuvo por debajo de la media nacional –osciló entre 48% y 55%– y el candidato perdedor también fue sobrepasado por el VB. Los casos más reconocidos son Armenia, capital del Quindío, Barranquilla en el Atlántico y Bello en Antioquia.

Para la elección de gobernadores, hay 5 departamentos con VB superiores al 15%. En el punto más alto está el departamento de Bolívar 24,27% y dentro de éste, la ciudad de Cartagena, en la que el 39,53% de sus electores voto en blanco. Acá podría agregarse que, si a esto se suman las tarjetas no marcadas y los votos nulos, en el principal distrito turístico del país de cada 100 personas que se acercaron a las urnas, 55 no escogieron ningún candidato a la gobernación. Los otros dos departamentos con una situación parecida son Quindío (22,75%) y Cundinamarca (21,39%). En el primero, Armenia, La Tebaida y Calarcá muestras valores para el VB entre 22,4% y casi 25,9%; en Cundinamarca se contabilizan 20 municipios -entre los que se cuentan Chía, Soacha, Cajicá, Facatativá- en los que el voto en blanco oscila entre 22,4% y 36,5%.

Un comentario final sobre las JAL y el VB. Como ya se señaló al principio, es la corporación en la que se registra, en términos agregados, un mayor número de VB. A esto debemos agregar que hay 13 municipios en los que éste supero el 50% de la votación. Eso obligará a que se repitan las elecciones en aquellas comunas o corregimientos en los que el VB supuso el 50% más un voto de los sufragios para la respectiva elección. Por ejemplo, en Floridablanca se tendrá que convocar a nuevas elecciones para las 7 comunas del municipio. En el caso de Arjona, en el departamento de Bolívar, se deberá convocar a nuevas elecciones para las 4 comunas, pero no para los 3 corregimientos donde el VB, aunque fue alto, no superó el 50%. Por último, la ciudad de Pasto habrá de convocar para nuevas elecciones e 9 de sus 12 comunas, pero en ninguno de sus 16 corregimientos.

Hemos subrayado el bajo conocimiento que se tiene de las JAL y hemos dicho que puede estar asociado tanto con los bajos niveles de participación los elevados registros de voto en blanco, tarjetas no marcadas y votos nulos. Debe advertirse de los costos que este hecho tiene en cuanto al despliegue de recursos para repetir las elecciones en cada uno de estos lugares.

Edición 660 – Semana del 9 al 15 de noviembre de 2019
   
 
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