Duque llama a la protesta

 

En lugar de reconocer el repudio nacional por su mala gestión asume que es un líder natural de este país. Convoca a la unidad y al trabajo conjunto para sacarlo adelante, como quien se siente superior o ajeno a las partes en un conflicto y está en capacidad moral de llamarlas a una causa común, guiada por él, por supuesto.

 
Fernando Valencia Rivera
 
Director Conciudadanía
 
 

Esta puede ser una conclusión a la que se llega después de analizar la alocución del señor presidente sobre la jornada nacional de este jueves.

Duque habla desde el lugar de la ciudadanía movilizada, no como gobernante cuestionado. Actuando como si fuese vocero de la jornada presenta un parte de victoria, a la manera de una central obrera o una mesa estudiantil, que lo posicionaría como representante de las masas:demostramos que este país puede ejercer las libertades individuales sin vulnerar las libertades de los demás”.

No se refiere a ninguna de las demandas del paro nacional. Se limita a denunciar los actos de violencia y su esfuerzo se centra en desviar la discusión, sacándola del rechazo a sus políticas y poniéndola en el problema de la seguridad ciudadana –que por demás es otro de sus fracasos–, sin tener ningún reparo en reconocer que “Los estudiantes, los trabajadores, los artistas y la gran mayoría de personas que se movilizaron lo hicieron con intención legítima de hacer sentir su voz”.

En lugar de reconocer el repudio nacional por su mala gestión asume que es un líder natural de este país. Convoca a la unidad y al trabajo conjunto para sacarlo adelante, como quien se siente superior o ajeno a las partes en un conflicto y está en capacidad moral de llamarlas a una causa común, guiada por él, por supuesto.

Insiste en los propósitos de “diálogo social” y “agenda social” pero no brinda ningún espacio para su realización. No ofrece ninguna posibilidad de encuentro o concertación, no convoca a la sociedad ni a las fuerzas representadas en ella para buscar salidas a la crisis, no da señales de querer cambiar un modelo de gobierno encerrado en su propio partido, con un aislamiento cada vez más acentuado que ya hace estragos en la economía y en la política.

Sigue acudiendo al miedo y al odio como forma de generar adhesión ciudadana. Insiste en crear demonios que amenazan a la sociedad, acude a generar miedo sobre ataques a la propiedad privada frente a eventuales o ficticias agresiones, y de inmediato moviliza contingentes de personas dispuestas a la violencia contra esos “vándalos manifestantes”. De paso promueve los frentes de seguridad ciudadana y las redes de apoyo a la fuerza pública frente a una política de seguridad tan cuestionada por sus desaciertos y por el aumento de la ilegalidad en ciudades y regiones.

Al parecer el presidente no considera relevantes los espontáneos cacerolazos en varias ciudades y municipios –incluso en estratos medio y alto–, tampoco la evidencia de que se lograron unas de las más grandes movilizaciones ciudadanas en la historia de este país, ni la pluralidad de las personas que acudieron a la jornada de protesta. En su discurso reconoce la legitimidad de la lucha social pero no responde a sus reclamos, con lo que bien podría entenderse que está dispuesto a medirse en un pulso con la sociedad, que nos reta a elevar la protesta como condición para negociar sus medidas económicas. Duque llama a la protesta.

Edición 662 – Semana del 23 al 29 de noviembre de 2019
   
 
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