Así se hace, general Zapateiro

 
 
 

Pero ¡ojo!: lo del general Herrera no parece ser un hecho aislado, sino más bien un cáncer que, si no se extirpa de inmediato, como lo hizo Zapateiro, puede hacer metástasis. Ojalá que esta reacción fulminante del comandante del Ejército conduzca a que, donde quiera que exista, se termine esa perversa connivencia.

 
Patricia Lara Salive
 
Escritora, periodista y activista por la paz – El Espectador
 
 

El general Eduardo Enrique Zapateiro, comandante del Ejército, merece una felicitación: apenas conoció la investigación publicada por la alianza Cambio-Noticias Uno, en la que se demostró, mediante una grabación, que el general Jorge Hernando Herrera Díaz, comandante de la Sexta División, les contó a sus compañeros —en julio de 2019, cuando era comandante de la Brigada 29 del Ejército con sede en Popayán— que él tenía una alianza con la banda de narcotraficantes “Los Pocillos” para combatir las disidencias de Gentil Duarte, el general Zapateiro hizo lo que tenía que hacer: llamar de inmediato a calificar servicios al general Herrera.

Una vez publicada la investigación, el Ejército sacó un comunicado en el que, entre otras cosas, dijo: “Hoy, al tener conocimiento, a través de la publicación, de los audios que dan cuenta de comportamientos presuntamente irregulares de un oficial general, la institución dará traslado de la información (…) a la Fiscalía General de la Nación, para que se investigue no solamente al general allí mencionado, sino al personal militar que pudo participar en la reunión citada por el medio, pues era su obligación, en el momento, denunciar estas presuntas actividades ilícitas (…) Siendo el interés de la institución contribuir al esclarecimiento de los hechos, se remueve del cargo [al general Herrera]”.

En este caso, Zapateiro no se puso con los rodeos en que han incurrido los últimos ministros de Defensa, quienes, por lo general, han dicho que los oficiales acusados de cometer tal o cual delito tienen derecho al debido proceso y no pueden ser removidos de sus cargos hasta que la justicia compruebe que son culpables. Y eso, al paso que aquí camina la justicia, más o menos quiere decir nunca.

Con ese proceder se les manda a las tropas el mensaje de que, en la práctica, si delinquen, no corren mayor riesgo. Y eso es nefasto. Por eso fue tan importante que el expresidente Santos, siendo ministro de Defensa, cuando tuvo la certeza de que ocurrían los falsos positivos, destituyera al general Montoya y a otros militares implicados en ese horror. Y el efecto de esa acción fue el descenso vertiginoso de los falsos positivos.

En este caso se trata de la perversa costumbre de aliarse con delincuentes para combatir a un enemigo común, como pasó cuando se dio de baja a Pablo Escobar o, lo que es peor, como ocurrió en el pasado cuando en infinidad de casos los militares, aliados con los paramilitares, los mandaron a hacer el trabajo sucio y exterminar a miles de personas con el fin de acabar con la guerrilla y aniquilar su base de apoyo.

Pero ¡ojo!: lo del general Herrera no parece ser un hecho aislado, sino más bien un cáncer que, si no se extirpa de inmediato, como lo hizo Zapateiro, puede hacer metástasis: basta recordar que hace más de dos años Leyner Palacios, líder social de Bojayá, hoy comisionado de la Verdad, denunció la connivencia de los grupos armados con militares. Y en carta que le envió al presidente Duque, en enero de 2020, le dijo: la actuación de los grupos paramilitares del “Clan del Golfo se realiza en connivencia con la fuerza pública asentada en el río Atrato y en muchos otros sectores de la región del Pacífico”, donde precisamente operaban el general Herrera y sus tropas.

Ojalá que esta reacción fulminante del comandante del Ejército conduzca a que, donde quiera que exista, se termine esa perversa connivencia.

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Edición 766 – Semana del 19 al 25 de febrero de 2022
   
 
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