Envilecimientos de nuestra época

 
 
 

Se requiere una radical desobediencia a las imposiciones de este mundillo politiquero tan degradado y pervertido… No podemos cohonestar con esa combinación del quehacer de los showman de la lumpenburguesía y del cinismo pragmático camuflado de “alternativo”, ni de ese fatuo moralismo de unos despistados críticos incapaces de acción.

 
Julio César Carrión Castro
 
Universidad del Tolima
 
 

La lumpen-burguesía, el social-cinismo
y la democracia fascista, en temporada electoral

“¿Puede la democracia ser digna o está condenada a la mediocridad, a la grosería y a la falta de estilo, en tanto que el poder de la dignidad consiste exclusivamente en la ‘moral aristocrática’ en la actitud de espíritus críticos aislados que con repugnancia identifican al pueblo y a la democracia con las masas fanáticas?”
Karel Kosik.

La obra “La ideología alemana” –escrita por Carlos Marx y Federico Engels entre 1845 y 1846, con el propósito de esclarecer sus propias ideas, como lo aseveró Marx en Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política de 1859– no sería publicada de manera completa sino en 1932, por el Instituto Marx-Engels de la URSS. Este texto contiene la definición y categorización del concepto de “lumpen-proletariado”, en referencia a aquellas capas inferiores de la sociedad capitalista, a los individuos prácticamente desclasados, a la plebe, los “desechables”, los parásitos, los no productivos; ladrones y criminales de todo tipo, quienes, por ello mismo, carecerían de conciencia política de clase y, serían fácilmente manipulables con chantajes y promesas, para operar como “herramienta reaccionaria”, en favor de las clases dominantes. En “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” Marx precisa:

“… junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème: con estos elementos, tan afines a él, formó Bonaparte la solera de la Sociedad del 10 de Diciembre, «Sociedad de beneficencia» en cuanto que todos sus componentes sentían, al igual que Bonaparte, la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora”.

Toda esta reprobación y condena del marxismo al llamado lumpenproletariado, por supuesto, muestra no sólo una especie de determinismo economicista en dicha categorización, sino una terrible limitación en el análisis psicosocial; la incapacidad de entender que muchos otros aspectos entran en la formación del carácter y la personalidad de toda esa gente del “arrabal amargo” de estas sociedades del capitalismo tardío.

André Gunter Frank, en 1972, empleó el término Lumpen-burguesía para describir a un amplio sector del empresariado, de las élites, de la alta burguesía latinoamericana que, carentes de una identidad regional o nacional (como quisieran los seguidores del Maoísmo), simplemente apoyan a sus amos colonizadores e imperialistas, desarrollando una mentalidad sumisa, subalterna, que les lleva hasta la comisión de actividades rastreras, descompuestas, delincuenciales, criminales, para obtener ventajas privadas de los grupos, contratistas, de gobiernos extranjeros, de las maquinarias del poder económico y de las transnacionales.

Hoy, luego de los análisis y estudios efectuados por Karel Kosik, contenidos particularmente en su obra “Reflexiones antediluvianas” de 1997 –poco antes de su muerte acaecida en el año 2003– entendemos que la lumpenburguesía se compone de los nuevos ricos que, a diferencia de otros ricos normales, combinan las actividades empresariales con la mafia, las estafas y el submundo criminal…

Esos lumpen-burgueses se presentan como salvadores supremos, defensores de la “democracia” y de muchos otros “valores”, aparecen rutinariamente en los medios de comunicación intentando ganar imagen y popularidad con frases ingeniosas, lugares comunes y haciendo gala de coloquialismo, para tratar de ocultar su superficialidad. Lo fundamental para ellos es salir de su opacidad; “hacerse visibles” y sacar tajada.

Como lo señala Kosik, “El personaje central de la época es el showman. Su aparición marca el final de la cultura” … Hoy el showman se muestra (delante de las cámaras) sufriendo ante el féretro de un amigo, pero mañana mismo aparecerá (delante de las cámaras) sonriendo en la fiesta que organiza su hija… La imagen es una máscara posmoderna que remplaza las ideas.

Los medios de comunicación se han encargado de asegurar la metamorfosis: muchos de estos personajes pasan, de un día para otro, de ser grises burócratas, mediocres profesores, astutos buhoneros, esforzados deportistas, publicitados personajillos de la farándula, desconocidas presentadoras de televisión, modelitos o reinitas, -damas, damas de tercera o cuarta categoría-, oscuros contratistas o taimados ingenieros, a ser, por arte de birlibirloque, importantes líderes políticos.

“Un actor no se hace pasar por rey o por celoso, sino que, en un espacio determinado, en un escenario teatral, actúa, representa a un rey, a Hamlet o a Mefistófeles. En cambio, el showman convierte la realidad en su escenario, se hace ver, juega con uno o con otro”.

Toda esa teatralidad, toda esa farsa de la lumpenburguesía se complementa con los fanfarrones, simuladores, logreros, oportunistas, falsos conspiradores, profetas del desengaño y tránsfugas que acceden, a nombre de la “izquierda”, al manejo de algunos cargos y puestos administrativos del Estado. Con la fantasiosa pretensión de transformar el “capitalismo salvaje” en un “capitalismo de rostro amable”, buscan, asimismo, el apoyo popular, pero, como acertadamente lo señalara Walter Benjamín, lo único que logran estos farsantes es convertirse, irremediablemente, en “instrumentos de la clase dominante”.

No sólo en Colombia, sino a nivel planetario, tanto la lumpenburguesía, como los seguidores del social-cinismo, son enclaves militantes abiertamente antidemocráticos, que funcionan reemplazando, con un manto de palabrería inagotable, la auténtica democracia por su caricatura. Estos comediantes, estos showman, aparentando evitar las “polarizaciones”, se proclaman equitativos, decentes, imparciales, neutrales y de “centro”, es decir, tanto la derecha autoritaria, totalitaria y fascista, como los oportunistas, logreros y simuladores de “izquierda”, se disfrazan de “alternativos”, con el objetivo de alcanzar el apoyo electoral.

Mientras no descubramos y señalemos esta farsa oculta, esa mascarada, esa perversión inscrita en los llamados procesos democráticos, como los comicios electorales, y no nos incorporemos a una real resistencia (oponiéndonos abiertamente al mal, no siendo sus disimulados o advertidos colaboradores), continuaremos viviendo en la mentira, creyendo democracia real este remedo… este fascismo democrático, este “demofascismo”.

Se requiere una radical desobediencia a las imposiciones de este mundillo politiquero tan degradado y pervertido… No podemos cohonestar con esa combinación del quehacer de los showman de la lumpenburguesía y del cinismo pragmático camuflado de “alternativo”, ni de ese fatuo moralismo de unos despistados críticos incapaces de acción. No debemos auspiciar, ni activa ni pasivamente, el miope oportunismo que solo busca obtener cargos, riqueza, fama y posesionar a esos Showman que han convertido la corrupción en una especie de segunda naturaleza; tampoco podemos cohonestar con la “chapuza” liberal, goda o de cualquier otra empresita electorera, que pretenda blanquearse, reencaucharse, reverdecer laureles, gracias a unos atolondrados electores, subordinados a la manipulación mediática, e incapaces ya de expresar inconformidad o rebeldía.

Edición 768 – Semana del 5 al 11 de marzo de 2022
   
 
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