Nada que ver, presidente Duque

 
 
 

Ojalá los cambios del Gobierno de Biden lleven a Duque, por lo menos, a buscar reabrir relaciones consulares con Venezuela, para que los venezolanos que viven en Colombia y los colombianos que viven en Venezuela no tengan tantas dificultades al renovar sus pasaportes y visas. ¿Será mucho pedir? ¿O es que el presidente Duque definitivamente no tiene remedio?

 
Patricia Lara Salive
 
Escritora, periodista y activista por la paz – El Espectador
 
 

El presidente Duque definitivamente parece no tener remedio: su capacidad de vivir ausente de la realidad es impresionante. Por ejemplo, ante la decisión del Gobierno de EE. UU. de suavizar las sanciones económicas contra Venezuela, proceso que comenzará por permitirle a la petrolera estadounidense Chevron negociar una licencia con la petrolera estatal venezolana PDVSA, Duque resolvió decir que esa flexibilización se debe al éxito del cerco diplomático que ha ejercido el Gobierno de Colombia contra Maduro. Al parecer, ni siquiera se le pasa por la mente que la disminución de la oferta petrolera producida por las sanciones que impuso EE. UU. a Rusia, con motivo de la invasión a Ucrania, haya obligado a los gringos a buscar abastecerse de petróleo en otros mercados, en este caso el venezolano, razón por la cual EE. UU. necesita mejorar sus relaciones con Venezuela. Ese es el fondo del asunto. En este caso, lo que Duque haga o deje de hacer no tiene la menor importancia.

De hecho, el acercamiento entre Biden y Maduro comenzó hace un par de meses, cuando en el Palacio de Miraflores, en Caracas, hubo una reunión de delegados de ambos gobiernos. A propósito, Maduro dijo: “Tuvimos una reunión, la puedo calificar de respetuosa, cordial, muy diplomática, entre la delegación de EE. UU. y la delegación del Gobierno venezolano que presido”.

Después continuaron las señales de distensión: Venezuela liberó a los ciudadanos estadounidenses Gustavo Cárdenas y Jorge Fernández, quienes habían sido encarcelados en 2017 por el régimen de Maduro. Además, empezó a devolverles bienes expropiados a sus antiguos dueños, como ocurrió con el Centro Comercial Sambil, de 21.000 metros cuadrados, así como con fincas y hatos vinculados a la producción agraria. Parece que Maduro piensa devolver también hoteles e industrias. Pero esto último no solo se debe simplemente a que se esté propiciando un acercamiento con EE. UU., sino a que es indispensable superar la bancarrota en que se halla Venezuela. Debido a las sanciones estadounidenses y a la desacertada política económica del Gobierno venezolano, la economía se ha contraído en un 90 % y el PIB de Venezuela, según el Fondo Monetario Internacional, se redujo de poco más de US$482.000 millones en 2014 a US$47.000 millones en el 2020.

Ahora, esta distensión entre EE. UU. y Venezuela también conlleva que progresen en México las conversaciones entre el Gobierno de Maduro y la oposición venezolana. Probablemente todo conduzca finalmente a que las elecciones presidenciales del 2024 en Venezuela queden rodeadas de unas garantías que satisfagan a las partes.

Todos estos movimientos han estado acompañados, además, de una flexibilización de las sanciones de EE. UU. hacia Cuba: ya Biden anunció que restablecerá los vuelos comerciales a varios puntos de la isla; suspenderá el límite de US$1.000 por trimestre impuesto a las remesas por su antecesor, Donald Trump, y reanudará el programa de reunificación familiar de los cubanos.

Ojalá los cambios del Gobierno de Biden lleven a Duque, por lo menos, a buscar reabrir relaciones consulares con Venezuela, para que los venezolanos que viven en Colombia y los colombianos que viven en Venezuela no tengan tantas dificultades al renovar sus pasaportes y visas.

¿Será mucho pedir? ¿O es que el presidente Duque definitivamente no tiene remedio?

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Edición 778 – Semana del 21 al 27 de mayo de 2022
   
 
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