¿Y qué seguirá
después del 29 de mayo?

 
 
 

Casi nadie duda, quienes le dan crédito a lo que miden las encuestas que, en la primera vuelta, por primera vez, ganará una fuerza de oposición, pero, casi ninguno afirma que Petro y Francia sumarán, cuando menos el 50% más uno de los votos, que los hagan presidente y vicepresidente de Colombia.

 
Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD.
 
Director del XIV FORO PALABRA Y ACCIÓN, 6 – 10 junio 2022. Presidente IGS-Colombia.
 
 

Parte III

Un proemio entre literario y filosófico

“Con la crisis de 2008, nació o se consolidó en casi todo Occidente lo que muchos llamamos el nacional-populismo, que no es exactamente fascismo, porque la historia nunca se repite con exactitud, pero es una reformulación del fascismo y de los totalitarismos”.
Javier Cercas, autor de Soldados de Salamina, en ET, 22/05/2022, 2.4.

“Quien nada espera/cuanto le depare el día/por poco que sea/será mucho”.
Ricardo Reis, heterónimo de Fernando Pessoa.

Esta vez, a menos de dos días de la elección presidencial más importante de Colombia, en medio siglo trascurrido, quiero en parte acompañarme de un excelente escritor que muchos recomiendan, Javier Cercas, porque con una mirada retrospectiva global, fija su atención en el presente, y se pregunta con optimismo frente al abismo de una improbable guerra nuclear enclavada en las fronteras entre Oriente y Occidente.

Tal es una pareja que no ha desaparecido del vocabulario político, en cuya comprensión se devanaron los sesos los dirigentes revolucionarios de la III Internacional, quienes en Moscú vieron y padecieron como una a una se derrumbaban las “esperanzas” de una revolución mundial que no llegó, y, en cambio, sí, en su lugar, primero fascismos/nazismos y el contrafuerte del stalinismo, y después el triunfo del capitalismo mundial que se extendió como verdolaga por el globo cubriéndolo de un verdor explosivo.

Pero, me pongo al paso de Javier, porque él tampoco le da crédito a la esperanza, como si hubiese leído a Spinoza, quien tachó a la esperanza de pasión triste; y dicha sentencia quedó grabada en la sensibilidad del poeta imaginado Ricardo Reis, un alter ego del inmortal Pessoa. Por el contrario, Cercas le toma la palabra a Antonio Gramsci, en lugar de dejarse chamuscar por el Diccionario del Diablo, y repite su fórmula: el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad, que tampoco es de su cosecha original.

La traducción del sentido de aquella proposición según el exitoso escritor español es como sigue: ser conscientes de la realidad; ser conscientes de que el mal triunfa y de que nos vamos a morir, pero trabajar para lo mejor…Y remata diciendo, mi instinto es optimista. Luego la razón, su razón, intenta corregir.

Luego Cercas se va directo a Putin y lo que hace en Ucrania hace más de 90 días. “…la guerra en Ucrania no es solo una guerra entre Ucrania y Rusia; es una guerra europea, y una guerra entre nacional-populismo y democracia, que son los dos grandes movimientos que están ahora mismo disputando el mundo en sus distintas variantes. Vamos a ver cómo acaba esto…” (ET, op cit, 2.4)

El escritor nos previene, como colombianos ad portas de elegir presidente, de sentimentalizar la política, porque se puede discutir sobre razones, pero no sobre sentimientos. Y si le seguimos, en parte, la ruta, llegamos a un misal de esta época, escrito para Colombia por un destacado jurista y ensayista colombiano, Mauricio Villegas, autor del País de las emociones tristes, publicado en fecha reciente. El cual es sintomático, porque el estudioso se desnuda allí de pies a cabeza, y no importa que equivoque su lectura cuando hablando de Spinoza, al que no conoce con rigor, equipara emociones con pasiones.

Javier sigue dando pistas e insights morales para escritores. Recuerda que “somos ciudadanos y vivimos en la realidad…nuestra primera obligación es con la verdad; es impedir la prostitución de las palabras y el enmascaramiento de la realidad; es contar las cosas como son, y establecer una batalla a muerte contra la mentira”, Aquí, al respecto, volvamos a Gramsci, y a los Quaderni, allí repetía a otro pensador, haciéndolo suyo, “pasión por la verdad”. Y é también fue periodista, y se ufanaba con humildad que había escrito material para diez libros de más de 400 páginas cada uno, y se arrepintió de siquiera publicar uno de estos, cuando estaba casi listo para la impresión.

Otro asunto, y no de poca monta es el de los intelectuales. Para Cercas es urgente “reformular la idea de intelectual; a mí es una palabra que nunca me ha gustado; detesto que me llamen intelectual. Todos los somos, y ustedes, los periodistas, los primeros. A mí no me gusta que los periodistas digan que esto, la batalla contra la mentira es cosa de intelectuales. Y nosotros vuelta con Gramsci, como subtexto del escritor catalán. Porque en los intelectuales y la organización de la cultura, de modo más puntual, en una larga nota sobre La formación de los intelectuales, el señala que todos somos intelectuales, pero no todos cumplimos esta función, cuando menos en la sociedad de su tiempo.

En verdad, Cercas, quien siendo catalán no es independentista, porque afirma que serlo es antidemocrático, señala que la cultura de la cancelación siempre ha existido, y anota que antes tal había sido la tarea de los conservadores, pero, ahora, según él es también conducta de la izquierda, cuando impide hablar en las universidades a sus contradictores, o que dicen cosas que no nos gustan. Y concluye: “Es un desastre para todos, porque sin la libertad de decir lo que se te dé la gana, aun aquellas cosas que nos puedan producir rechazo, no hay posibilidad de vida civilizada”. (Op. Cit, 2.4)

Y remata con la tragedia de las guerras: “La vida no está hecha de blancos y negros. Nunca uno tiene toda la razón o está totalmente equivocado…Así funciona mientras la vida sea civilizada; cuando llega la barbarie, todo se acabó. En una guerra, como la que se vive ahora en Ucrania, se acaban los grises”.

Ahora sí

“La campaña se parece a una guerra, y eso ha dado licencia a algunos para matar verdades” (‘¿200 años gobernados por los mismos?’).
Moisés Wasserman, ET, 13/05/22.

“El feminismo se remonta tal vez a la Edad Media, pero no tenía una presencia real. ¿Sabes cuánto tiempo hace que se contabilizan en España las mujeres asesinadas por sus parejas? Menos de veinte años. Antes se los llamaba crímenes pasionales, que tiene un aura casi romántica”.
Javier Cercas, ET, 22/05/22, p. 2.4.

“Si algo nos diferencia de la historia política de la región es que en Colombia no hemos experimentado populismo como en Argentina, México, Perú, Brasil o Venezuela, que descuadernó las economías, acabó con la empresa privada, enriqueció a los gobernantes y empobreció a la población”.
Carlos Caballero Argáez, Contra los mitos. En defensa de la historia presidencial, ET, 21/05/22, 1.11.

Esta vez, en la elección que tenemos a la vista, de nuevo, una mujer está opcionada para ser electa vicepresidenta de Colombia. Francia Márquez está en Pacto Histórico, hombro a hombro con Gustavo Petro, y a pesar de ciertos yerros pasajeros, puede, en efecto, constituirse en la carta de triunfo. Porque ella, a diferencia de Martha Lucía Ramírez, la primera mujer en ocupar dicho cargo es de origen pobre, casi proletario, afrocolombiana, caucana.

Francia es una caracterizada luchadora de las causas subalternas, y de la más notable de todas las que culminan este ciclo de luchas: el estallido social. Una causa que no la achicopaló, la defendió en todas las tribunas, y se convirtió en símbolo encarnado de aquella protesta que se extendió por dos meses.

No fue fácil conseguir que le fuera reconocido tal lugar en el Pacto. Pero lo consiguió en el quehacer democrático del voto, donde superó con creces a los posibles aspirantes al mismo lugar. Así las cosas, entró a ser la probable vicepresidenta de Colombia. En el marco del progresismo de Gustavo Petro, identificado con la ecuación del liberalismo social que compuso partiendo de Jorge Eliécer Gaitán, Márquez es la proponente de una democracia radical, donde la pluralidad, la igualdad y la interseccionalidad son su bandera.

Un analista liberal, el ingeniero civil y maestro en ciencias y en asuntos públicos en Berkeley y Princeton, para referirse a la pareja Petro y Márquez, la descalifica sin nombrarla, sentenciándola de populista, y se apoya en el químico Moisés Wasserman para desmentir que los gobiernos de Colombia han estado en cabeza de estos desde hace 200 años. A Caballero Argáez le parece fácil desparpajarse para decir, sin prueba que Colombia se salvó de los populismos que azotaron a Argentina, México, Brasil, Perú y Venezuela, que descuadernaron sus economías. El ingeniero civil tendría que, para ser riguroso probarlo, y hay suficientes estudios en las bibliotecas de la U. de los Andes para que cumpla con ese ejercicio.

En cuanto al ex rector de la Nacional, Wasserman Lerner que dijo alguna vez haber tenido simpatías por la izquierda maoísta en Colombia, le pareció fácil hablar de 200 años de historia presidencial, para concluir que no han gobernado los mismos, y arranca con la referencia a Bolívar y Santander, pero se olvida de recordar lo que fue el Plebiscito que estableció el Frente nacional, una forma de consociacionismo entre dos partidos, Liberales y Conservadores.

Así lo estudió y definió Jonathan Hartlyn, estudiando la fórmula política en la que se turnaron liberales y conservadores por 16 años. Excluyendo a los demás partidos y corrientes ideológicas. Esa fue una experiencia que el brillante químico conoció en forma directa, porque se graduó en la Nacional en el año 1969.

Por supuesto que Caballero y Wasserman son editorialistas de columnas de opinión, pero conviene recordar aquí, las exigencias planteadas en el proemio por el escritor Javier Cercas, quien reclama verdad para el periodismo, y no dimes ni diretes. Él mismo decía que no le agradaba que lo llamaran intelectual, pero tanto él, quien escribe para el País de España, como los otros dos columnistas, son periodistas. En esa función se dedican a ilustrar e interpelar al público lector, y la que Walter Lippmann, el promotor del neoliberalismo en 1938, antes llamó opinión pública.

Así las cosas, volviendo a Gramsci, y recordando su reflexión sobre la forma intelectual, y la función de los intelectuales, eso sí, conviene trazar una distinción de estos como grupo subalterno y qué intereses defienden y encarnan, muy a su pesar de las demandas de objetividad que pretenden ocultar sus ejercicios ideológicos con simulacros de rigor. Wasserman, Caballero y Cercas son cultores de una corriente que arranca con otro columnista, el estadounidense Walter Lippmann.

Estos son epígonos del neoliberalismo en Colombia, y experimentan con desespero la posibilidad que los mismos no la gobiernen. Que la oposición vocera de los grupos subalternos, excluidos del gobierno, cuando menos desde el 19 de abril de 1970. Y antes como el resultado de los pactos de Sitges y Benidorm, esto es, a partir de 1958, por fin tengan una representación que expresa sus intereses, dentro del capitalismo colombiano, claro está. Porque ni Gustavo tampoco Francia han dicho que vayan a hacer la revolución socialista, y mucho menos que sean anticapitalistas.

La intelectualidad orgánica subalterna

En sus historiales el recorrido es otro. Eso sí, el Gustavo de los años 70, se identificó con los llamados intereses del pueblo, y frente al fraude electoral del que fue objeto el exdictador Rojas Pinilla, con el M19 defendió la fórmula con el pueblo, con las armas, al poder. Luego fue amnistiado, y con vida parte del proceso constituyente con la AD M19. Por esto, algunos insisten en señalarlo como guerrillero, y él no lo ha negado. Pero ¿qué pasó con los liberales y conservadores enfrentados en la gran Violencia?, para no ir más atrás en el tiempo, hasta llegar a la guerra de los mil días a comienzos del siglo pasado.

Francia Márquez, como lo fue también el senador Gustavo Bolívar, se pusieron del lado de los protestantes en el estallido social del año 2021. Sobre ambos han llovido cualquier número de descalificaciones y condenas que no han prosperado. Se trató de 7 millones de colombianos en las calles, a riesgo de perder sus vidas, como en efecto le pasó a más de 80 asesinatos probados, en aquellas movilizaciones de resistencia e indignación contra el hambre, a quienes ni siquiera la pandemia pudo contener. Los organismos internacionales han probado las acciones criminales de la fuerza pública. Luego vendrán las correspondientes condenas.

Estas son las razones, los liderazgos de un tipo de intelectualidad diferente, forjada al lado de la lucha y los intereses de los subalternos. Elles, y otros más son la expresión decantada de una nueva intelectualidad orgánica subalterna, que han logrado sobrevivir a los atentados, las torturas, las persecuciones y las exclusiones. Y son también la expresión de una transformación del sentido común dominante, a raíz de los avances de la revolución democrática interrumpida tantas veces en Colombia.

Es una revolución en términos de la hegemonía cultural que empezó a forjarse en los años 50 y 60 del siglo pasado, entre la población universitaria, secundaria y trabajadora, que encarna una crisis de representación que produce a lo largo de los siguientes 25 años una crisis de representación, que luego se convierte en crisis de legitimidad, y después en crisis de hegemonía que se patentiza en los escenarios de la negociación de paz que arranca en los años ochenta y desemboca en la fracasada intentona de San Vicente del Caguán, cuando a la paz se le añadieron las “arandelas” de lo acordado en San Francisco de la Sombra.

El curso de la revolución democrática subalterna

A la fecha, tal y como lo miden las encuestas, por la primera vez, en más de sesenta años, las encuestas, con tal vez una excepción, la puntea la oposición progresista y social del Pacto Histórico.

Casi nadie duda, quienes le dan crédito a lo que miden las encuestas que, en la primera vuelta, por primera vez, ganará una fuerza de oposición, pero, casi ninguno afirma que Petro y Francia sumarán, cuando menos el 50% más uno de los votos, que los hagan presidente y vicepresidente de Colombia.

A la vista de las mediciones, y luego de escuchar los debates entre los tres principales candidatos, con la ausencia del candidato Rodolfo Hernández, que encarna el sentido común puro y duro, en su retórica, y no aceptó el escrutinio y el debate público, en el curso de la última semana, no es aventurado señalar que es posible un triunfo de la oposición subalterna, con la transformación democrática que promete.

De ese modo impactará positivamente, cuando la gran mayoría de los subalternos está a los bordes del hambre y la miseria, la promesa incumplida del artículo 13 de la Constitución de 1991, que la igualdad (social) sea real y efectiva, y que, por fin, empiecen a desmontarse los privilegios que tienen una existencia superior a los doscientos años. Si esto se logra no será poca cosa. Las cuentas están hechas, y los costos del viraje progresista también. Ahora la suerte estará echada en las urnas.

Edición 779 – Semana del 28 de mayo al 3 de junio de 2022
   
 
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