Qué hacer con esta libertad

 
 
 

Ninguna de las campañas en segunda vuelta podría aceptar una adhesión formal de partidos y jefes políticos derrotados sin sufrir graves daños en su reputación. Es seguro que ni Petro ni el ingeniero querrán aparecer abrazados con alguno de estos siniestros personajes, y que por más que ellos quieran transferir los votos de Fico a la campaña de Rodolfo no se atreverán a tomar una decisión como partido ni a dar una orientación expresa en tal sentido a sus bases.

 
Fernando Valencia Rivera
 
Abogado, docente en la Universidad de Antioquia
 
 

Luego de los resultados electorales del domingo pasado, donde salieron derrotadas las maquinarias políticas, la compra de votos, el constreñimiento al elector, y jefaturas de partido como las de César Gaviria, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Vargas Lleras; puede afirmarse que el país busca un cambio, que las posturas tibias han sido desechadas y que por primera vez en nuestra historia política las bases de los partidos tradicionales han quedado en absoluta y auténtica libertad para tomar decisiones sobre la próxima presidencia.

La situación se produce porque ninguna de las campañas en segunda vuelta podría aceptar una adhesión formal de esos partidos y jefes políticos derrotados sin sufrir graves daños en su reputación. Es seguro que ni Petro ni el ingeniero querrán aparecer abrazados con alguno de estos siniestros personajes, y que por más que ellos quieran transferir los votos de Fico a la campaña de Rodolfo no se atreverán a tomar una decisión como partido ni a dar una orientación expresa en tal sentido a sus bases.

Quedan los partidos de centro y los del movimiento cristiano. Los primeros ya se dispersaron a lado y lado o se marginarán de la contienda, y los segundos, junto con el partido derechista de Salvación Nacional, quedaron imposibilitados para orientar a sus feligreses y seguidores. ¿Qué confusión podrá generarse en las iglesias cuando los pastores y sacerdotes piden a sus seguidores que voten por Rodolfo, después de que se ha comprometido a legalizar la marihuana y a defender el aborto, el matrimonio gay y la adopción en parejas homosexuales? Una de dos: o siguen haciendo política soterrada y reconocen que por años han sembrado odio contra todo lo que se sale de las formas preestablecidas, o lanzan sus iglesias a una visión progresista de respeto por la libertad y la diferencia.

¿Se quedarán los seguidores de Pastrana, Uribe y Fico con un candidato que por populismo ha sido capaz de enarbolar las banderas del feminismo y el movimiento LGTBI, que promete restablecer las relaciones con el gobierno de Maduro y que se opondrá al fracking y a las fumigaciones con glifosato? Si de verdad pensara en cumplirlo sería porque se ha vuelto petrista, cosa que haría inoficiosa su campaña; aunque ya sabemos que sólo son artimañas.

En síntesis, estas serán las elecciones del voto libre, donde no se va a las urnas como partido o iglesia sino como ciudadanos y ciudadanas, desde la convicción de cada persona, con la responsabilidad frente al país y a sí mismo, sabiendo que necesitamos el cambio y que si no elegimos bien podemos desperdiciar esta oportunidad; que no podemos seguir guiándonos por odios y miedos.

Esto ya lo habíamos vivido. Hace 20 años elegimos a un candidato que se presentó como independiente de los partidos, dispuesto a acabar con la corrupción, la pobreza y la inseguridad; que emocionó a la gente con su lenguaje coloquial, su estilo sencillo y la idea de un caudillo autoritario pero trabajador y honrado. Ese modelo de gobierno es precisamente el que la gente rechazó en las urnas el pasado domingo, es justo lo que queremos cambiar porque ha resultado ser todo lo contrario a lo prometido. No puede ser que hoy vayamos a regresar al pasado, que veinte años después podamos cometer el mismo error y reiniciemos el ciclo que necesitamos cerrar.

El candidato Rodolfo ya lo anunció, no hay lugar a equívocos: “entréguenme la chequera del Estado”, mujeres a la casa, conmoción interior para suspender los poderes del congreso, desafío a las cortes, cambios en la constitución y ninguna concertación con las demás organizaciones políticas. Todo el poder para él, en un gesto de soberbia tal que lo lleva a creer que todo un país debe rendirse a su potestad. De seguro habrá quien se someta a otros veinte años de autoritarismo, pero muchos otros vamos a votar para cambiar este país, la forma en que se ha gobernado, porque sabemos qué hacer con esta libertad y nos resistimos a tener un nuevo patriarca.

Edición 780 – Semana del 4 al 10 de junio de 2022
   
 
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