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¿Humanismo o barbarie hitleriana? |
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El elemental Rodolfo Hernández, no sólo rechaza los principios básicos de la democracia, la civilización y la convivencialidad, con sus posturas xenófobas, misóginas, machistas y rateriles, sino que cuestiona la propia soberanía de la razón, convalidando la barbarie y la ilegalidad, disfrazándola de proyecto político, ético y social… |
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Julio César Carrión Castro |
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“La libre elección de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos”. Juan Jacobo Rousseau en “El Contrato Social” (quizás una de las principales obras referidas a la teoría democrática) estableció, desde la Ilustración y la racionalidad, la propuesta de que, mediante un pacto social sustentado en el denominado sistema de sufragio universal de carácter periódico, el elector individual delega su voluntad política y su soberanía en los “representantes” de los llamados partidos políticos, que expresarían fehacientemente el interés general y la “voluntad popular”. Partidos y movimientos políticos que, a partir de la revolución francesa, tomarían los nombres, comúnmente aceptados, de “izquierda” y de “derecha”. Esto de la representatividad, se convertiría luego en fundamento y paradigma general de la “democracia”; en una especie de principio universal, globalizado, para todo el quehacer político que se busca aplicar, de manera amplia y democrática, en el mundo entero, así las distinciones ideológicas entre izquierdas y derechas se hayan ido perdiendo. Estos principios, o tesis democráticas y civilizadas, constituyen la base de la propuesta política electoral defendida por Gustavo Petro, Francia Márquez y su grupo, precisamente denominado “El Pacto Histórico”. Los principios y propósitos de la política democrática, elaborados durante un largo proceso histórico de manera plural, no sistemática, y por ello mismo no exentos de conflictos y confrontaciones, hoy se han ido pervirtiendo de una manera terrible, al inscribirse en los artificios de la “cultura mediática”, que rechaza los planteamientos teóricos y los debates ideológicos, instalando una especie de ramplón unanimismo gregario que relativiza, de manera absurda, toda diferencia y todo debate de ideas, dando validez a la impostura, a la propaganda y a la simulación del pensamiento, fomentando el cinismo pragmático, la demagogia, el más corriente populismo y promeserismo, así como el acomodamiento oportunista de charlatanes y farsantes y, hasta la contradictoria opción de que los mismos enemigos de la democracia se publiciten y promuevan sus opiniones, ostentosamente, utilizando los valores de la democracia, contra la democracia, afirmando, incluso, que son seguidores de un “pensador” como Adolfo Hitler. Estos personajes, carentes de ideas, de propuestas y de programas gubernamentales, pero abrigados por la publicidad y el apoyo de unos medios de comunicación comprometidos en la defensa del statu quo, deberían, abierta y públicamente disertar, defendiendo esa filosofía del hitlerismo que dicen representar. A propósito, Emanuel Levinas ha dicho: “La filosofía de Hitler es primaria. Pero las potencias primitivas que se consuman en ella hacen que la fraseología miserable se manifieste bajo el empuje de una fuerza elemental, despiertan la nostalgia secreta del alma… Más que un contagio o una locura, el hitlerismo es un despertar de sentimientos elementales”. El elemental Rodolfo Hernández, no sólo rechaza los principios básicos de la democracia, la civilización y la convivencialidad, con sus posturas xenófobas, misóginas, machistas y rateriles, sino que cuestiona la propia soberanía de la razón, convalidando la barbarie y la ilegalidad, disfrazándola de proyecto político, ético y social y, paradójicamente, toda esa desmesura resulta atractiva para otros sujetos, quizá desinformados o, simplemente, porque son tan elementales como el supuesto “caudillo”. Esta época que nos ha tocado vivir y soportar, basada en la simulación y el espectáculo, centrada no sólo en la pérdida de las viejas distinciones ideológicas, que enmarcaron la construcción de un mundo civilizado, ahora, en un nuevo orden político, cultural, social y laboral, de carácter flexible, que ha impuesto sobre los individuos –sujetos sometidos– controles más sutiles e incomprensibles, pero más dañinos y alienantes, porque conducen, inexorablemente, a la desaparición de las individualidades, con sujetos ahora convertidos en hombres-masa, en marionetas, sumidas en una generalizada mediocridad y en una azarosa neurosis colectiva que les impone la ideología de la movilidad permanente, el consumismo y la competitividad y, gracias a la labor de unos medios de comunicación, convertidos en elementos clave, no sólo para el logro de esta regulación ciudadana, el uniformismo gregario y el direccionamiento y manipulación de las personas, mediante la sistemática destrucción de las bases y principios que garantizaban la autonomía y la individualidad. Se busca disponer siempre de los individuos. Estos son observados, vigilados, fichados, reseñados y permanentemente ubicados… Calculadamente el biopoder establece su sistemático control, que cuenta, además del violento disciplinamiento, de la coerción social y del control externo por parte de los aparatos represivos del Estado (a los que nunca han renunciado), con la instalación de otras políticas del cuerpo y otras formas de control y de regulación más sutiles, íntimas e interiorizadas que se remiten al auto-disciplinamiento de los “sujetos sometidos” y de personas adscritas a una especie de vergonzosa “servidumbre voluntaria” que pareciera satisfacer a muchos que se asumen como guardianes y esbirros de lo estatuido. Para Primo Levi, sobreviviente de los campos de concentración y de exterminio de la Alemania hitleriana, la palabra “esbirros”, no es apropiada para describir a sus guardianes y torturadores, porque hace pensar en individuos retorcidos, degenerados, sádicos, marcados por un vicio de origen y, por el contrario, dice Levi, “en lugar de ello estaban hechos de nuestra misma pasta, eran seres humanos medios, medianamente inteligentes, medianamente malvados: salvo excepciones, no eran monstruos, tenían nuestro mismo rostro, pero habían sido mal educados. Eran, en su mayoría gente gregaria y funcionarios vulgares y diligentes: algunos fanáticamente persuadidos por la palabra nazi, muchos indiferentes o temerosos del castigo, o deseosos de hacer carrera, o demasiado obedientes… como lo había querido Hitler y sus colaboradores…” Esa degradación de la política que tras la búsqueda de supuestos consensos sólo sirve para reafirmar las hegemonías establecidas, ha llevado no sólo a la trivialización de las ideologías y a la mercantilización de las conciencias, merced al uso y al abuso de los medios de comunicación con fines arteros y mezquinos, a que se establezca una especie de fascismo democrático, como si se tratase de un triunfo póstumo de Hitler que se evidencia, precisamente en el descarado apoyo por parte incluso, de algunos pensadores e “intelectuales” que, de manera oportunista y logrera, elaboran imbricadas disertaciones estimulando y defendiendo personajes tan anodinos y absurdos como el declarado lumpen hitleriano hoy candidato a ocupar la presidencia de Colombia. Perniciosa concepción de la política que, de la mano de unos sospechosos guardianes de la “democracia”, denuncian, en esos mismos corruptos medios de comunicación, a los supuestos enemigos del “orden establecido”, constituyendo una presunta “Liga de gobernantes anticorrupción”, formada por imputados corruptos, como el propio candidato de marras. Mientras promueven, de manera subrepticia, la burla al Estado social de derecho, y abiertamente aprueban el terrorismo de Estado, los llamados “falsos positivos”, el paramilitarismo e imponen la ordinariez y la patanería como fundamento del quehacer político y electoral, aupando personajes como Hernández, capaz hasta de expresar que puede “limpiarse el culo con la ley”. Todas estas actividades están centradas en el oportuno manejo de la información, con amañadas encuestas que, mediante adulteraciones y acomodamientos, presentan siempre resultados favorables a sus intereses, así como con las sesgadas opiniones de los funcionarios y los permanentes informes de prensa que dan cuenta optimista, no sólo del pretendido triunfo electoral que se les avecina, sino de grandes logros políticos, económicos y sociales, de hipotéticas victorias militares en la lucha contra un “terrorismo”, que todos los días aparece derrotado por un gobierno incapaz y fantasioso, pero con teatrales “dadas de baja”, capturas de “cabecillas” y cotidianas “entregas” de odiados guerrilleros o de consentidos paramilitares, así como el desmantelamiento de grupos de “vándalos” e integrantes de la asustadora “primera línea” de las fuerzas juveniles de protesta. Todo ello dentro de un artero propósito publicitario de tratar de contrarrestar una oposición política y social, cada vez más fuerte, reflexiva y organizada como la de Gustavo Petro y Francia Márquez. Todo cuanto la democracia prometía (el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, la participación ciudadana, la soberanía, la transparencia de la gestión pública, las libertades políticas, la defensa y promoción de los derechos humanos, el respeto por la ley, etc.) lo han tirado abajo, lo han despedazado estos fascistas –como los acuerdos de paz alcanzados con las Farc– y, sin embargo, esta fórmula pareciera gozar de un consentimiento apático por parte de unas multitudes inmersas en convicciones de rebaño, auspiciadas por los usurpadores del poder y mediante el continuo oficio de “periodistas” e “intelectuales” serviles que la defienden y avalan. Se trata de una democracia de papel, almibarada y anodina, hecha al gusto de sus decadentes apologistas, que busca despolitizar la sociedad y ahuyentar a los ciudadanos de la política, reduciéndola simplemente al espectáculo del electorerismo, dejado en manos de los corruptos medios de comunicación y de reducidos círculos de mediocres, ambiciosos y corruptos, comprometidos exclusivamente con el pragmatismo cínico de sus intereses personales, disfrazados de “interés general” y “voluntad popular”. Si bien es cierto, como lo hemos anotado, los principios y valores en que se sustenta la teoría de la democracia, parecieran fallecer, si han decaído entre algunos sectores influidos y manipulados, convirtiéndola en una especie de farandulería o de eventismo circense, también es cierto que existe un fuerte movimiento de empoderamiento e insurgencia popular, de hombres y mujeres, que entienden que ésta es una clara oportunidad para ensayar un nuevo Pacto Histórico para Colombia, más allá de las simples consignas y de los elementales TikTok del hitleriano Rodolfo. Edición 782 – Semana del 18 al 24 de junio de 2022 | |||||||||||||
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