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Los cambios adentro |
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Nos toca pasar de demandantes a oferentes, dar siempre más de lo mejor que somos y sabemos para que esta oportunidad enorme nos permita avanzar; nos toca resignificar la contradicción histórica, porque después de tanto padecer los desmanes de la autoridad terminamos por pensar que el enemigo era el Estado, y ahora nuestro movimiento es quien lo dirige. |
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Fernando Valencia Rivera |
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Muchas cosas se están mostrando favorables al gobierno del Pacto Histórico. Hay en el ambiente una mezcla de habilidad política y oportunidades que generan el espacio propicio para que este primer gobierno de izquierda sea muy exitoso en su programa de transformaciones a la economía y la política. Empecemos por señalar la disposición de los gremios económicos: La Andi, el Consejo Gremial, Camacol, Cotelco, Anato, Andesco y Fenalco, entre otros, han manifestado su intención de colaborar con el gobierno de Gustavo Petro, variando radicalmente su discurso de amenaza y miedo que históricamente ha constreñido a los electores y a la sociedad en general. Este pragmático y afortunado viraje nos aleja del peligro de las hambrunas y desabastecimientos con que los empresarios de otras latitudes han boicoteado gobiernos de izquierda. Como complemento a esta decisión, o tal vez como su consecuencia, el mercado ha reaccionado de manera muy positiva en comparación con la campaña de pánico implementada; el precio del dólar no se disparó y la bolsa de valores no se desplomó, y aunque sufrieron leves variaciones, a lo largo de la semana se han venido estabilizando. Resaltemos también la postura del gobierno norteamericano, que en menos de 24 horas produjo reiteradas manifestaciones de reconocimiento y respaldo al nuevo presidente y a su fórmula vicepresidencial. Primero fue a través del secretario de Estado Antony Blinken, a tan solo dos horas de conocerse el resultado, y luego directamente a través del presidente Biden, quien tomó contacto personal y directo con Petro a través de una llamada sobre la que la Casa Blanca reveló detalles donde se hace explícita su determinación de trabajar conjuntamente para fortalecer las relaciones bilaterales. Los partidos políticos no han sido la excepción en esta tendencia al cambio. La llegada de los liberales y los verdes a la coalición ya garantizan maniobrabilidad parlamentaria al nuevo gobierno, pero además este cuenta con la posibilidad de sumar otras fuerzas que han descartado la oposición como alternativa y que a lo sumo se posicionarían como independientes, incluido el Partido Conservador, histórico aliado de la derecha representada en el Centro Democrático. Este panorama posibilita la constitución de una gran alianza política para sacar adelante los ambiciosos proyectos de país que contiene el programa del Pacto Histórico y nos ahorra el nocivo desgaste social que produce la permanente confrontación. También juega en favor de este cambio el diálogo entre el expresidente Uribe y el nuevo mandatario; no solo porque aquel es el máximo líder del Centro Democrático sino porque también lo es de la derecha y de un amplio sector de la sociedad que se ha declarado en abierta contradicción con la solución pacífica del conflicto armado; sin dejar de lado que tiene una gran influencia sobre amplios sectores de las fuerzas armadas que siguen apegados a la ideología de combate al “enemigo interno”, al que ven en las organizaciones sociales y de izquierda, así como en cada expresión de la protesta social. Los planteamientos de una gran alianza latinoamericana que posibilite nuevas condiciones para el diálogo con Estados Unidos, de unas relaciones internacionales alrededor del medio ambiente, y de la modernización de las relaciones económicas, superando algunas prácticas feudales que aún persisten, han tenido muy buena acogida en una comunidad global preocupada por la amenaza del calentamiento global y en un sector capitalista que busca negocios sostenibles y entiende muy bien el riesgo que la inequidad neoliberal pone sobre sus intereses. Todo va girando en busca de un nuevo centro, de un nuevo punto de equilibrio, porque definitivamente el que teníamos se ha perdido con este resultado histórico y eso hace que el movimiento sea inevitable. En esta dinámica también deben producirse cambios adentro, en las organizaciones, movimientos y personas que integran el Pacto Histórico y la izquierda en general; no solo porque hemos pasado de ser oposición a ser gobierno, sino también porque nos enfrentamos a un momento en el que se ponen a prueba las teorías y prácticas que han alimentado la gestión de nuestros paradigmas. Esta nueva situación trae consigo grandes retos, como el de retomar la dimensión estratégica de nuestro trabajo, tantas veces reducida por una visión cortoplacista o de micropoderes que nos limita a la lucha por el control de organizaciones sociales o proyectos; y por un desfigurado enfoque de resistencia, que nos condena a permanecer al margen del poder y a padecerlo como una condición inmodificable. Hay que transitar a la proposición y a la construcción, dispuestos a ceder intereses particulares o de pequeños grupos en favor del programa político, del proyecto de nación; hay que superar posturas maximalistas, porque estamos frente a un triunfo electoral y no en el de una revolución. Nos toca pasar de demandantes a oferentes, dar siempre más de lo mejor que somos y sabemos para que esta oportunidad enorme nos permita avanzar; nos toca resignificar la contradicción histórica, porque después de tanto padecer los desmanes de la autoridad terminamos por pensar que el enemigo era el Estado, y ahora nuestro movimiento es quien lo dirige. Edición 783 – Semana del 25 de junio al 1º de julio de 2022 | |||||||||||||
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