El tiempo de la economía solidaria

 
 
 

Ninguna otra figura, como el cooperativismo, representa tan fielmente los principios de función social y ecológica de la propiedad; con la ventaja adicional de que no riñe con las formas privadas de la misma, sino que las complementa, porque uno de sus propósitos es generar riqueza.

 
Fernando Valencia Rivera
 
Abogado, docente Universidad de Antioquia
 
 

En el discurso que Petro pronunció luego de su triunfo electoral hay una clara alusión al modelo económico hacia el que nos dirigimos: vamos a desarrollar el capitalismo superando la premodernidad, el feudalismo, y a elevar la productividad para garantizar la redistribución, sin afectar la dignidad del trabajador ni la naturaleza.

Queda claro entonces que su programa no afectará la propiedad privada ni buscará la estatización de la economía, pero que sí privilegiará las relaciones equitativas y el acceso progresivo a la riqueza; que no se agotará en la entrega de subsidios para acceder a los bienes y servicios básicos, ni se conformará con redistribuir lo ya existente, sino que buscará el crecimiento económico en todas las capas territoriales y poblacionales.

Este propósito, nada ortodoxo, por cierto, será gestionado con medidas previstas en el programa de gobierno del Pacto Histórico, tales como el desarrollo rural, la diversificación de las exportaciones, el desarrollo de energías alternativas, el fortalecimiento de la industria nacional, la inversión en ciencia y tecnología, el fortalecimiento de la banca pública y la progresividad en los tributos. El fortalecimiento de formas asociativas para el acceso a la propiedad también hace parte de las medidas previstas, bien sea para la producción rural, la construcción de vivienda, el abastecimiento y comercialización de bienes o el suministro de servicios.

Este proceso de ajuste tiene una fase de choque, consistente en suministrar a las familias más pobres los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas, donde jugarán un papel muy importante las organizaciones no gubernamentales, pero en paralelo se promoverá el desarrollo de capacidades económicas, donde el cooperativismo y la economía solidaria en general toman su mayor pertinencia. Las cooperativas han demostrado ser la mejor alternativa para generar empresa y redistribuir riqueza, con importantes impactos en la calidad de vida de sus asociados y en la de las comunidades y sectores de influencia; también han jugado un papel muy importante en el acceso a bienes y servicios, no solo por su incidencia en los costos sino también por su capacidad de llegar hasta las poblaciones y territorios más marginados. El cooperativismo participa en todos los sectores de la economía y en la prestación de servicios públicos, constituyendo empresas con importante capacidad patrimonial y cuantiosos excedentes que se traducen en beneficios para toda la sociedad.

En el sector financiero, por ejemplo, las cooperativas se han convertido en una excelente oportunidad para las personas que de otra forma estarían en manos de usureros o de los llamados “pagadiario”, de trabajadores informales y emprendedores que encuentran respaldo solidario para sus iniciativas, de familias humildes que acceden a vivienda en condiciones justas, de niños y jóvenes que se benefician de los fondos de educación, de hombres y mujeres que ahorran con la certeza de que las ganancias generadas por su dinero serán para fortalecer procesos culturales, democráticos y ambientales.

Frente a esta coyuntura, el cooperativismo debe preguntarse cómo contribuir con el cambio para un mejor país, poner al servicio del nuevo gobierno toda su capacidad para impulsar el desarrollo rural, la soberanía alimentaria y el acceso a vivienda y servicios públicos (financieros, de salud, transporte y educación); promover la cooperativización para el buen vivir, enseñar a hacer empresa y promover la asociatividad como principio básico de la economía social.

Ya existen algunos elementos sobre cooperativismo y economía solidaria en el programa del presidente Petro, así como en el acuerdo de paz que forma parte del mismo; se hace necesario estudiarlos a fondo y complementarlos hasta formular una propuesta integral para el desarrollo de la economía solidaria, la cual debe ser gestionada para que haga parte del próximo plan nacional de desarrollo. La oportunidad es evidente, sobre todo si se considera que nuestro modelo de “economía social de mercado”, propio de este Estado Social de Derecho que ahora pretende implementar a fondo el Pacto Histórico, aboga por unas relaciones de mercado donde la regulación estatal garantice la propiedad privada pero también la distribución equitativa de la riqueza.

Ninguna otra figura, como el cooperativismo, representa tan fielmente los principios de función social y ecológica de la propiedad; con la ventaja adicional de que no riñe con las formas privadas de la misma, sino que las complementa, porque uno de sus propósitos es generar riqueza. Por esto y por muchas otras razones, el cooperativismo no puede quedar por fuera del gran acuerdo nacional, no debe mirarlo desde la tribuna.

Edición 784 – Semana del 2 al 8 de julio de 2022
   
 
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