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El legado de la Comisión de la Verdad: Retos de agenda movilizadora en Antioquia |
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Si el informe de la CEV nos habla de una Colombia Herida, merece especial atención la Antioquia Herida. En Volumen de Hallazgos y Recomendaciones “Hay futuro si hay verdad”, las cifras y las historias nos hablan de este Departamento en el marco del conflicto. De un lado, si el 90% son civiles muertos en Colombia, el más afectado es Antioquia con 125.980 víctimas civiles (28%). |
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Diego Herrera Duque |
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Hace poco más de un mes, exactamente el 28 de junio de 2022, se empezó a entregar a la sociedad colombiana el informe final de la Comisión para el Esclarecimiento de la verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV). Desde el mismo momento de creación de la Comisión, se tuvo la expectativa de que este informe, por su naturaleza, fuese un “acontecimiento”, pues el informe, en sí mismo, diría algo nuevo, algo que desestabilizaría, algo que incomodaría, pero que también nos pondría el desafío de poner en el centro de la discusión la necesidad de la paz, del reconocimiento de la tragedia de lo vivido, de transitar hacia la esperanza y la transformación. Como diría el filósofo Slavoj Žižek, el Acontecimiento “es algo traumático, perturbador que parece suceder de repente y que interrumpe el curso normal de las cosas”1. Ese es uno de los sentidos del Informe final de la CEV, hacer ruptura con el curso de la historia de violencia que ha edificado una Colombia herida, bajo la trama de la tragedia, la herida, el desastre, el trauma, el dolor, el daño, la fractura, el duelo y el silencio. Es una verdad incómoda, pero es también una verdad que transforma. El Informe se constituye en un acontecimiento fundamental en la sociedad colombiana, que deja como Legado, una narrativa, unos hallazgos y unas recomendaciones para superar las causas, las manifestaciones, los impactos y los factores de persistencia del conflicto armado en Colombia, sobre el esclarecimiento de los hechos ocurridos, el reconocimiento de las víctimas y los responsables, los factores asociados a la convivencia y las garantías y condiciones para la no repetición, de una tragedia vivida en los últimos 60 años. Tarea realizada luego de que la CEV naciera en 2017, comenzará a funcionar en mayo de 2018 como fruto del Acuerdo de Paz firmado en Colombia en 2016. Durante un poco más de tres años y medio, la CEV se propuso el esclarecimiento de la verdad, el reconocimiento de las víctimas y de responsabilidades, la convivencia y la No Repetición, asumiendo un inmenso trabajo de escucha amplia y plural, respetuosa y reparadora para un diálogo en la sociedad colombiana. En esa gran escucha activa y dialogo amplio con diferentes sectores de la sociedad, sobre miles de testimonios, experiencias y documentaciones, se cuenta que en la historia que hemos vivido de conflicto armado, de guerra y de violencia en el país, varias generaciones hemos asistido a la tragedia y el desgarro individual y colectivo con diversos impactos en las personas, las comunidades, las organizaciones, los territorios y la cultura. Es una Colombia herida que necesita cicatrizar, pero también, que el dolor y sufrimiento no se vuelva una justificación para repetir y persistir en la guerra. Por ello, hoy se hace necesario, dilucidar la naturaleza de la transición que vivimos luego del Acuerdo de Paz, y explicitar las posibilidades históricas que nos ofrece individual y colectivamente la verdad asociada a dicha transición de la guerra a la paz y la apertura democrática que esta implica. La presentación del Informe final de la CEV, corre el velo, pues nos muestra las múltiples caras de la tragedia colectiva, de un país, de una Colombia herida como dice el mismo informe, que nos narra cómo más del 90% de las muertes del conflicto armado son muertes de civiles. Una verdad contundente, es que quienes más han sufrido la guerra son la población civil, expresión de las múltiples violaciones a los DDHH, tanto individuales y colectivos, y a la inobservancia de los principios de distinción y proporcionalidad que tiene el DIH por los actores armados tanto legales como ilegales. La guerra no tuvo límites por el dolor causado, por el entramado de responsabilidades que lo hizo posible buscando controlar a la población para tener poder sobre el territorio y el país, y los impactos de una violencia colectiva y organizada, como diría Norberto Bobbio2, para resolver los conflictos y las disputas en nuestra sociedad. La controversia y la diferencia la hemos vuelto enemistad, y el Otro lo hemos constituido como enemigo, al que se estigmatiza, se elimina y se violenta. Bajo dicha racionalidad, los sectores más afectados, como lo indica el mismo Informe, han sido la población campesina y la urbana empobrecida, los pueblos étnicos, las mujeres de sectores populares y los niños, niñas y jóvenes en áreas rurales o urbanas marginalizadas. Son tantas las víctimas civiles del conflicto armado, y las estadísticas son tan aterradoras, que debemos entender que detrás de las cifras y de los datos, hay historias de seres humanos, de personas de a pie. Muchas de ellas no sufren una sino varias violaciones e infracciones, podría afirmarse que ha sido una violencia ejercida mayoritariamente en contra de los derechos humanos de los sectores más vulnerables y desventajados de la sociedad colombiana. Así mismo, estos 60 años de conflicto armado, nos muestran una expresión de los conflictos ideológicos que encarnan las confrontaciones por los proyectos de Estado nación y los modelos de desarrollo, pero también ha sido la expresión de una violencia que se testimonia y experimenta en las relaciones cotidianas, con un sustrato cultural, y que no están mediadas necesariamente por motivaciones ideológicas. Parafraseando a Johan Galtung, podríamos afirmar que son distintos tipos de violencia que se manifiestan de manera directa, las que son más visibles, pero también aquellas invisibles, que son de orden estructural y que nos hablan, de un lado, de las exclusiones del sistema y, del otro, de los imaginarios y representaciones que reproducen las prácticas y formas autoritarias, y naturalizan el odio, la muerte y la exclusión. Los intereses, objetivos e intenciones de los responsables de la guerra, se han puesto por encima de la vida y de la dignidad de las personas. La degradación de la guerra corrió los límites impuestos por el derecho internacional humanitario, frente a lo que se puede y lo que no se puede hacer durante un conflicto armado, aumentando el sufrimiento humano, sobre todo de los civiles en la confrontación en Colombia. Ante este panorama, es relevante destacar que las organizaciones, las comunidades, los territorios y muchos sectores de la sociedad no han permitido que ésta herida se profundice, porque se han organizado, resistido y desarrollado iniciativas propias, autónomas y con la fuerza capaz de enfrentar y contener las dinámicas y los impactos degradantes de la guerra. En este sentido, cobra especial significado la constitución de la red aliada que ha promovido la CEV, que hoy cuenta con más de 100 aliados en Colombia, para garantizar que el Legado que nos deja el Informe final, se vuelva parte de la vida social y política del país. Por ello, distintos sectores de la sociedad han venido creando, promoviendo e impulsando un repertorio vario pinto de estrategias y acciones que potencien el Legado de la CEV, en los momentos de preparación, acontecimiento y, en esta nueva etapa, el uso y apropiación social. Antioquia tiene un reto inmenso para la red aliada. Si el informe de la CEV nos habla de una Colombia Herida, merece especial atención la Antioquia Herida. En Volumen de Hallazgos y Recomendaciones “Hay futuro si hay verdad”, las cifras y las historias nos hablan de este Departamento en el marco del conflicto. De un lado, si el 90% son civiles muertos en Colombia, el más afectado es Antioquia con 125.980 víctimas civiles (28%). Así mismo el 29% de muertes por masacres, 20% por minas, 25% por desaparición forzada, 20% de atentados terroristas, 21% secuestros, 35% asesinatos selectivos, y 19% casos de violencia sexual. Es una porción grande de la magnitud de la tragedia en Colombia. Esta situación hace que el reto sea mayor de cara a la sociedad frente a los hallazgos, conclusiones y recomendaciones que nos deja el informe de la CEV. En este contexto, nace como nodo social, la Alianza por la Verdad en Antioquia, cuyo centro de gravitación es una Agenda de movilización social por la Verdad en la región, alrededor de elementos movilizadores con una perspectiva territorial, de diálogo intergeneracional, diferencial, con énfasis en aquellos que han sido especialmente afectados por el conflicto armado, para aportar con diversos repertorios a una nueva fase de uso y apropiación social del Legado de la CEV en fomentar espacios de Discusión y apropiación crítica, propuestas pedagógicas, acciones de movilización, desarrollo de alianzas y convergencias, inserción en sector educativo y cultural, y llegada a las subregiones del Departamento. En su conjunto, nos hemos trazado una agenda de reflexión y acción aliada, donde concurren alrededor de 30 organizaciones sociales y espacios en red, mesas de trabajo y plataformas de víctimas, derechos humanos, ONG, iniciativas de paz, mujeres, jóvenes, organizaciones comunitarias, entre otros, cuyo eje es aportar a que el acontecimiento que significa el informe final de la CEV, sea un elemento social, cultural y políticamente potenciador, transformador y esperanzador para estas y las nuevas generaciones. Edición 788 – Semana del 30 de julio al 5 de agosto de 2022 | |||||||||||||
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