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Tomás Cipriano De Mosquera, gobernante y guerrero |
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Fue 4 veces presidente de Colombia en las condiciones más adversas, enrevesadas y bajo diferentes denominaciones de país, en una época de mutaciones institucionales y de guerras civiles entrecruzadas con guerras locales. Dinámico, compulsivo, obsesionado por la participación en política desde el campo militar, y con una fijación por alcanzar el poder para no soltarlo. |
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Alberto Ramos Garbiras1 | |||||||||||||
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Dinámico, compulsivo, obsesionado por la participación en política desde el campo militar, y con una fijación por alcanzar el poder para no soltarlo. A los 23 años ante el viaje de Simón Bolívar a Ecuador para buscar la liberación del sur del Virreinato, Mosquera se enteró que estaría en Popayán y se documentó sobre la vida del héroe para abordarlo y conversar con él, así lo hizo y logró engancharse para participar en las próximas incursiones; durante mucho tiempo siguió documentándose para escribir sobre el Libertador, o establecer un epistolario y lo realizó. Lo que se proponía lo lograba. Fue 4 veces presidente de Colombia en las condiciones más adversas, enrevesadas y bajo diferentes denominaciones de país, en una época de mutaciones institucionales y de guerras civiles entrecruzadas con guerras locales. Primero entre 1845 y 1849 durante la República de la Nueva Granada, después de haber participado en la Guerra de los Supremos 1839/41, ayudándole al presidente Márquez, primero a resolver la confrontación bélica por el diferendo de los 8 conventos y, posteriormente a resolver el conflicto con los jefes políticos alentados por Obando, agrandando la amistad con Pedro Alcántara Herrán que se convirtió en su yerno, así logró el valimiento para sucederlo en la presidencia; luego fue presidente entre 1861 hasta la mitad de 1863, dentro de la llamada Confederación Granadina, como se llamaba Colombia transformada por Ospina Rodríguez, se hizo con la jefatura del gobierno precisamente declarándole la guerra civil a Ospina, por Decreto, independizó al Cauca en desobediencia por la injerencia del gobierno central en las regiones confederadas, impulsando así la Guerra de las Soberanías. Calculó que su rompimiento con el Gobierno nacional debía ser con una actitud fundada que lo convirtiera en beligerante un rango mayor en las guerras, y no quedar como un simple guerrero levantado en armas. Luego por tercera vez, al expedirse la Constitución federalista de 1863, fue elegido presidente para el período 1863/1864 (dos años porque acortaron el período), tocándole ausentarse para sostener la guerra con Ecuador; y la cuarta vez en 1866/67, cortándose el período por un juicio que se le inició al dar el autogolpe cerrando el Congreso, enfrentamiento generado por las desavenencias sobre cómo resolver las guerras locales de los Estados de la federación respecto a la normativa constitucional, articulo 15. Cuando uno lee la novela histórica de Víctor Paz Otero, “El demente exquisito”, de más de 600 páginas, puede terminar la lectura atónito, impresionado por las acciones intrépidas de este gobernante/guerrero que no le tenía temor a ninguna confrontación física ni verbal, igual le hablaba fuerte a los ministros, a los contradictores, a sus enemigos y al mismo Papa Pío Nono. De la vida de este caucano incansable podría resultar un guion cinematográfico sobre un guerrero loco, o un gobernante lúcido pero contradictorio. O puede resultar otra novela al estilo de Cien años de Soledad, que García Márquez construyó sobre la figura de otro guerrero colombiano del siglo XIX, Rafael Uribe Uribe. El gran general, como lo llamaron después, Tomás Cipriano, teniendo un hermano obispo, se declaró anticlerical e inició la expropiación de bienes de la iglesia bajo la forma de desamortización de propiedades que él llamó de manos muertas o inoficiosas. Había contactado a un abogado desconocido para vincularlo a la hacienda pública, destinado a firmar esos decretos, abogado que después se volvió presidente y amo del país: Rafael Núñez. Tomás Cipriano, logró los apoyos más diversos para derrocar a Mariano Ospina Rodríguez, a quien no le perdonaba que hubiera encendido el país a tiros con guerrilleros conservadores en 1851 cuando insufló la guerra contra su paisano y amigo el presidente José Hilario López, para impedir la liberación de los esclavos, fraguando una guerra política/religiosa en compañía de terratenientes y curas. La Guerra de las Soberanías, es la única guerra civil ganada por los rebeldes contra el gobierno central, con la particularidad que el retador era también gobernante, pero de una región, el Cauca. Tomás Cipriano de Mosquera, por esos meses estaba haciendo el tránsito político hacia el liberalismo, jugaba a construir primero una organización política llamada Partido Nacional con conservadores, liberales draconianos y melistas supérstites (años después Núñez lo hizo y fundó ese partido mixto); Mosquera desató una guerra interestatal, logró dividir el país entre estados liberales y estados conservadores, una guerra entre administraciones, entre burocracias, por las soberanías en el sentido de reclamar mayor autonomía en un periodo confederado, o sea semi federal. Cada región quería más solvencia administrativa y por supuesto de rentas. El Presidente Ospina pretendía dominar todo de manera unipersonal desconociendo la misma estructura confederal. “La nueva Constitución Federal fue sancionada en mayo de 1858, y en agosto el presidente a través de un Decreto señaló que los gobernadores eran agentes del poder ejecutivo central. Mosquera era hegemónico en el Cauca, solo tenía oposiciones en Pasto, Buga y Cartago. Fue hábil y realizó alianzas con varios intermediarios políticos”. ( Uribe y López, 2008). Existía una desconexión del país por la falta de vías carreteables, aunque no había carros, ni ferrocarril, ni siquiera telégrafo; las trochas permitían las comunicaciones a caballo y los ríos, la parte fluvial. Esto explica el poder de los supremos jefes como caudillos agrarios y guerreros, a quienes no les gustaba la absorción total al poder central. El pretexto para iniciar esa guerra fueron las leyes de 1859 que Mosquera denominó violatorias de la soberanía regional: la ley electoral, la de inspección de rentas con intendentes y la de orden público. “En Decreto de guerra, Mosquera se cuida y utiliza un lenguaje sobrio, legalista , racional, para demostrar que la acción de rebeldía era justa porque a nivel nacional se rompió el pacto fundacional de la Confederación”, le envío copia del Decreto a todos los otros gobiernos de los 8 Estados, escribió Lázaro Mejía, un estudioso de los liberales radicales. Dice Víctor Paz Otero, en su novela histórica que, “Tomás Cipriano de Mosquera, le envió cartas soberbias e insolentes al presidente Ospina Rodríguez. En el interregno entre las amenazas y el inicio de las confrontaciones, se presentó un conato de guerra entre Ecuador y Perú, Mosquera quiso ser el intermediario, pero Ospina Rodríguez no lo nombró, esto hirió el orgullo de Tomás Cipriano, porque designaron a Florentino González. Tampoco le agradó que nombraran a Pedro Alcántara para dirigir el ejército, porque era su yerno”. (Paz Otero, 2004). Una vez tomado Bogotá y ganada la guerra por las soberanías, Mosquera consolidó sus posiciones en Usaquén, y por la certera información logró detectar e interceptar al presidente Ospina y a su hermano Pastor Ospina, quienes se dirigían a Anapoima, haciéndolos apresar. La decisión era aplicar la pena de muerte al mandatario, pero tácticamente se dejó “convencer” de los diplomáticos extranjeros y de parte de la clase política que intermediaron para que no se llevara a cabo la ejecución, accedió para logar en reconocimiento exterior de los países amigos con el fin de que el gobierno que se iniciaría fuera reconocido, y así lograr la transición de la mejor forma. Ya dentro del Olimpo Radical, Tomas Cipriano, llevó a cabo un proceso de desamortización de bienes de la iglesia para realizar parte de la reforma agraria que pretendía dándole utilidad a los bienes de manos muertas. Se convirtió en un anticlerical porque como buen observador había constatado desde su juventud que la iglesia se reacomodó al inaugurarse la Republica, pasaron de ser los aliados del Virrey y los funcionarios coloniales a establecerse al lado de los patriotas y los gobiernos desde Bolívar y Santander en adelante, exigiendo el patronato o protección, igual al patronato real; y fue testigo de la rebelión armada para no entregar los conventos, y comprobó las intrigas para desestabilizar gobiernos; por esa causa expulsó sacerdotes y obispos que lo atacaban: Ya como liberal progresista y luego radical, no dudó en señalar las anomalías de los curas para hacer política amparados en sermones con misticismo. El Papa Pío Nono (Pío IX), recibió una reprimenda en una dura carta que se conoce como carta autógrafa, de unas 9 páginas. Le dijo ese 15 de enero de 1862, “…muchos eclesiásticos se han complicado en la revolución, abusando de su ministerio pastoral, para excitar las masas a la rebelión contra los gobiernos constitucionales de los estados; algunos de ellos han tomado las armas, y no falta el escándalo de haber muerto un cura combatiendo a la cabeza de una guerrilla. No repetiré a vuestra santidad más hechos de estos, porque lo dicho es suficiente para mi objeto (…) con mucho sentimiento tengo que decir a Vuestra Santidad que un número crecido de curas, vive amancebado escandalosamente, por lo cual no pueden predicar la moral, y se observa que sus prédicas son contraídas a recomendar el pago de contribuciones eclesiásticas, para emplear sus productos en sus familias y no en el culto”. Luego fue excomulgado. Mosquera amenazó a los clérigos para que se sometieran a la autoridad del Gobierno, so pena del destierro. El cuarto período presidencial lo ejerció entre 1866 y 1867, el error fue llevar a cabo un gobierno con solo amigos cercanos y no con miembros del Partido Liberal radical, o sea impulsó el personalismo, el mosquerismo y se rodeó de personas como Ezequiel Rojas Ramírez, un conspirador septembrino, que si bien era un intelectual conocido, no gozaba de prestigio en todos los sectores. Lamentablemente decidió desconocer la gestión administrativa de su predecesor Manuel Murillo Toro, cuestionando el proceso de los remates sobre los bienes desamortizados, acusándolo de lesión enorme en la venta de bienes, no dándole la figuración que merecía como jefe natural de los Radicales, ninguneándolo con la iniciativa del proyecto del Canal de Panamá, esto le hizo perder las mayorías en el Congreso. El manejo del orden público en las regiones le enturbió la gestión nacional, pues se opuso a dejar la resolución de los conflictos internos de los estados con la autonomía que la Constitución de 1863 reconocía. Tomás Cipriano, consideraba que cualquier levantamiento regional era un desconocimiento a la legitimidad del gobierno central; se enfrentó al Congreso con rigidez hasta que lo clausuró, dando una especie de golpe de estado que le agrieto las relaciones con las élites de las regiones que lo habían acogido para elegirlo presidente. Tres temas fueron los más complejos y ardorosos durante ese período: 1) El manejo del orden público en los estados de la unión, 2) El manejo de los remates de los bienes expropiados, 3) los asuntos religiosos, que escalaron en un distanciamiento mayor con la iglesia católica. Intentó ante la Corte Superama que le aceptaran la renuncia. Luego fue destituido y enjuiciado ante el Congreso. Y lo abandonaron sus amigos Ezequiel Rojas Garrido, y Santos Acosta, este asumió la jefatura del Estado. Si quiere ampliar esta biografía, les recomendamos ver: “Tomas Cipriano de Mosquera, gobernante y guerrero” en Historia del siglo XIX en Colombia. Bibliografía: Mejía Arango Lázaro. “Los Radicales. Historia política del radicalismo del siglo XIX”. Libro publicado por la Universidad Externado de Colombia. Editorial Kimpres Ltda. Primera edición, octubre del año 2007. Paz Otero Víctor. “El Demente Exquisito. La vida estrafalaria de Tomás Cipriano de Mosquera”. Novela histórica. Libro publicado por Villegas Editores. Primera edición, marzo de 2004. Uribe María Teresa y López Liliana María. “La guerra por las soberanías. Memorias y relatos en la guerra civil de 1859 – 1862 en Colombia”. Libro publicado por el Instituto de Estudios Políticos, La Carreta Editores. Impresos Marticolor, Medellín, año 2008. 1 Magíster en Ciencia Política (Universidad Javeriana); PhD en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED – España); en la actualidad profesor de las cátedras: derecho internacional, derechos humanos y cátedra de Paz, en la Universidad Libre. | |||||||||||||
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