Vidrios violados, mujeres rotas

 
 
 

La violación de Hilary Castro en una estación de Transmilenio en Bogotá y las protestas de un grupo de mujeres por lo sucedido con esta menor de edad, son el corolario de una sociedad machista en la que deambulan, al acecho, machos y depredadores sexuales, protegidos por la cultura dominante y la institucionalidad estatal.

  Germán Ayala Osorio
 
Comunicador social-periodista y politólogo – La Otra Tribuna
 
 

En la Colombia de la doble moral y de la infame cultura patriarcal, ser mujer significa vivir en medio de amenazas de violación, humillaciones, persecuciones y exclusiones. La violación de Hilary Castro en una estación de Transmilenio en Bogotá y las protestas de un grupo de mujeres por lo sucedido con esta menor de edad, son el corolario de una sociedad machista en la que deambulan, al acecho, machos y depredadores sexuales, protegidos por la cultura dominante y la institucionalidad estatal. Esos mismos machos, de la mano de una parte importante de la sociedad, naturalizaron la idea de que el cuerpo femenino es un territorio de conquista y de disputa, sometido a la lógica del “acceso libre” con la que siguen operando los violadores y el propio sistema de justicia.

Todo juega en contra de las mujeres en Bogotá y en Colombia. Los jueces las re-victimizan al emitir juicios y recoger los hechos punibles. Las URI, en lugar de ser un espacio para acoger a las víctimas, los funcionarios que allí atienden, se convierten en los nuevos victimarios, por su indolencia y falta de profesionalismo: “aquí no se reciben esas denuncias; usted es menor de edad y quien la violó es mayor de edad. Vuelva más tarde, ya cerramos”. Así, a Hilary le falló el Estado y le fallamos como sociedad.

Las protestas del pasado jueves derivaron en desmanes y afectaciones a buses y vidrios de las estaciones de Transmilenio. Una infraestructura que cuenta con seguros que cubren esos daños. Pero escandaliza más unos vidrios rotos y buses rayados, que la violación misma de Hilary. Y aparecen en escena periodistas, en particular hombres, a fustigar a las manifestantes por quebrar unos vidrios. A los periodistas que defienden por encima de la vida, lo material, solo les faltó titular: “Anoche en Bogotá, encapuchadas violan vidrios de estaciones de Transmilenio”. Quizás lo pensaron, porque para ellos y otros cientos de miles de ciudadanos, la violación de mujeres se les volvió paisaje, es decir, es algo ya normalizado.

Al final de la jornada, se escucharon las disculpas de la alcaldesa y el mea culpa de los funcionarios de las URI. Mientras sus vacíos e insustanciales discursos circularon en los medios masivos, en un rincón de su casa, Hilary Castro trata de superar la violación de la que fue víctima. Castro deambula destrozada, rota y rasgada por cuenta de una sociedad y un Estado que por décadas validaron la cultura patriarcal y su más infame expresión: la violación de mujeres.

Edición 802 – Semana del 5 al 11 de noviembre de 2022
   
 
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