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Dios no paga impuestos |
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Era obvio que los congresistas no le iban a meter la mano al dril a las iglesias porque los primeros necesitan de esos votos celestiales (no olvidar que en 2023 estaremos en campaña eligiendo alcaldes y gobernadores) y para eso hay que dejar que los segundos acumulen riqueza en metálico contante y sonante, en tanto que quienes ofrendan el diez por ciento de sus sueldos reciben rendimientos espirituales para asegurar un pedacito del cielo. |
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Alexander Velásquez | |||||||||||||
Periodista, bloguero, podcaster y columnista1 |
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“Entonces Zaqueo se levantó y le dijo al Señor: —Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo, y si he engañado a alguien, le pagaré cuatro veces más. Jesús le dijo: —La salvación ha llegado a esta familia, porque este hombre ha mostrado ser un verdadero hijo de Abraham”. (Lucas 19:1). En Colombia para volverse rico –y de manera legal– lo más fácil es montar una iglesia. Lo dice la gente en la calle. Para ser empresario de la fe apenas se requiere un garaje, unas cuantas sillas y una persona entrenada en el arte de la cháchara; la clientela llega sola, sin necesidad de obligarla. Además, una persona convencida, convencerá a otra, y esa otra a otra, hasta que la iglesia se multiplica como los peces y los panes, porque, mirándolo bien, el negocio funciona como una pirámide, solo que mientras los pastores suman, los fieles restan: que yo sepa, a nadie le devuelven intereses sobre diezmos ni limosnas. Unos mortales cobran tributos en nombre de Dios, sin que sepamos el destino de esos dineros. Hay muchas preguntas sin respuesta: —¿Sabrá Dios que le han cogido de pretexto para hacer dinero fácil? —¿Que hace el Señor con la plata que recaudan sus enviados (¿?) aquí en la Tierra? —¿Acaso el cielo está de plácemes porque la Reforma Tributaria del presidente Petro a favor de los más necesitados no afectará las finanzas divinas? Quiero enviar un derecho de petición al cielo para preguntarle a quien haga las veces de tesorero ¿cuál es el recaudo anual en materia de limosnas y diezmos en el mundo entero y de manera específica en Colombia? O tal vez deba preguntárselo a la Dirección de Asuntos Religiosos del Ministerio del Interior, que es, según la Ley 133 de 1994, responsable de “reconocer personería jurídica especial a las Iglesias, confesiones y denominaciones religiosas, sus federaciones y, confederaciones y asociaciones de ministros, que lo soliciten…”. “El diablo es puerco”, decía don Hermes, el papá de Betty, la fea. Era obvio que los congresistas no le iban a meter la mano al dril a las iglesias porque los primeros necesitan de esos votos celestiales (no olvidar que en 2023 estaremos en campaña eligiendo alcaldes y gobernadores) y para eso hay que dejar que los segundos acumulen riqueza en metálico contante y sonante, en tanto que quienes ofrendan el diez por ciento de sus sueldos reciben rendimientos espirituales para asegurar un pedacito del cielo. Es posible que los demás ya tengamos una hectárea reservada, pero en el infierno. No tengo nada en contra de las iglesias; de hecho, me gusta más la prédica evangélica que las monótonas misas católicas; de niño recibí formación cristiana en escuelita dominical y lo recuerdo como parte de mi infancia feliz. Sé por lo tanto que hay muy buenos seres humanos que predican y aplican las enseñanzas de Jesús, una figura de la historia a quien admiro profundamente. ¡Qué distinto sería el mundo si le hiciéramos caso! ¿Por qué me alejé? Porque mientras asistía a un servicio, me pareció el colmo ver a los ayudantes del pastor cobrar el diezmo, datafono en mano. Muy cierto eso de “el buen cobrador es mal pagador”. Las iglesias, con la venía de los congresistas, de manera mezquina rehúsan pagar lo que es del César. Tenían la oportunidad para demostrar amor al prójimo en vez de amor al dinero, pero nos defraudaron. En su columna “Chantaje sagrado”, en la revista Cambio, Ana Bejarano dice lo siguiente: “No dudo de la capacidad de las congregaciones, en especial la católica y cristianas, de poner en riesgo una reforma legislativa. Cuentan con un sustancial botín electoral, además del abuso de poder que significa hacer política desde sus púlpitos. Ellos lo saben y lo han demostrado en el pasado, como cuando convencieron a miles de personas de que el acuerdo de paz con las Farc volvería homosexuales a sus hijos”. En una columna anterior, Bejarano trae esta otra perla: “La DIAN reportó que para el año 2021 el patrimonio líquido de las congregaciones religiosas en Colombia ascendía a más de 16 billones de pesos y los ingresos brutos eran superiores a los 5,8 billones al año”. La Biblia habla clarito en el Antiguo Testamento. “Cuando en el año tercero, que es el año del diezmo, hayas apartado la décima parte de tus frutos, la repartirás entre los levitas, extranjeros, huérfanos y viudas que haya en tus aldeas, para que coman hasta quedar satisfechos”. (Deuteronomio 26:12). Y en el Nuevo Testamento, en la parábola sobre el cobrador de impuestos, Jesús lo reafirma: “Te falta todavía una cosa; vende todo lo que tienes y reparte entre los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme”. (Lucas 18:22). Sin impuestos sagrados para los programas sociales del presidente Petro, ni modo de decirle a la DIAN “que Dios se lo pague”. A lo mejor Homero Simpson tiene razón: Dios siempre necesita dinero, porque tiene compromisos con otros planetas. | |||||||||||||
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