El Movimiento Pedagógico

 
 
 

“No se considera al maestro como alguien digno de reconocimiento social y se señala el carácter subalterno de su labor, tal vez porque en sus orígenes históricos los maestros fueron esclavos y lacayos, además, porque los educadores, en última instancia, han sido los principales agentes de la adaptación, la normalización y la estabilidad social”... Theodor Ludwig Wieengrund Adorno.

  Julio César Carrión Castro
 
Politólogo
 
 

La fracasada secta de una valerosa chusma de maestros

¡Qué amarga es la vida de los solitarios maestros, amancebados con sus viejas ‘verdades incomprendidas’! Manjarrés

Bueno, nada ocurre por primera vez, todo parece repetirse de manera ineluctable e incesante: hoy, con gran regocijo, tanto los amigos como los enemigos de lo que al seno del magisterio colombiano llamamos, a partir de 1982, “El Movimiento Pedagógico”, todos ellos, indistintamente, nos convocan a celebrar los 40 años de esta frustrada ilusión.

Como reivindicando un pasado imaginario los directivos de un organismo gremial que, de manera sectaria, desconocieron y bloquearon las tareas, acciones y teorías reivindicativas de dicho movimiento, que buscaba el rescate de la identidad cultural de los educadores, su reconocimiento intelectual, a partir de los saberes pedagógicos y culturales, y no de las simples luchas salariales y asistenciales. Estos victoriosos sindicalistas, que ayer redujeron el Movimiento pedagógico, a la camisa de fuerza de una rígida estructura burocrática y a la repartija de cargos entre las distintas expresiones politiqueras que se mueven al interior del gueto sindical, ahora nos dicen que dichas tesis y propuestas están intactas y vigentes, y que ellos se han venido esforzando en su cotidiana praxis y realización, cuando en realidad, en su momento, de manera soberbia y prepotente, las rechazaron –mayoritariamente– por considerarlas destructivas de las “auténticas” luchas del magisterio, y señalaron al Movimiento Pedagógico como un “embeleco”, como una actividad que imponía una especie de “paralelismo sindical”.

Pretendiendo establecer la validez de un fuerte y coherente Movimiento Pedagógico, enaltecedor de la labor docente y de los múltiples quehaceres vinculados con la escuela, Jesús Alberto Echeverry, en un breve artículo que denominó “Historias de maestros”, publicado en la revista Educación y cultura número uno, del mes de julio de 1984, hizo una detallada remembranza de las historias escritas acerca de las conductas y comportamientos sociales, políticos y culturales de los maestros desde la época colonial, remitiéndose a autores de la talla de Luis Vargas Tejada, Tomás Carrasquilla y Fernando González.

Echeverry, Luego de describirnos las diversas imágenes y prototipos de educadores que, buscando alcanzar una identidad propia, frente a sus quehaceres, han ensayado distintas formas de vivir y de actuar (maestros sobrevivientes, marginales, subordinados a las imposiciones confesionales, o maestros autoritarios y despóticos, que pretenden utilizar su supuesto saber como poder, etc.), Echeverry se detiene en lo que denomina una “analítica pasional del maestro”, tomando como referencia la obra “El maestro de escuela” de Fernando González de 1941.

En dicha obra, Fernando González, a través de su personaje, el maestro Manjarrés, nos habla de la precaria identidad de quienes se autodefinen como “grandes hombres incomprendidos”, sujetos que siempre soportan la pesada carga de una penuria histórica. Ese maestro “Manjarrés”, el personaje de la novela dice el autor, era flaco, pero “había nacido para gordo: era un enflaquecido, flacura de maestro de escuela”, y vivía arrastrando consigo una especie de olor a cadaverina, –que pareciera incorporado a los menesterosos cuerpos de todos los maestros– que llevan siempre una absurda “conciencia de pecado” y de vergüenza”.

Esa “menesterosidad de la práctica pedagógica”, tan cargada de necesidades, de fracasos y desilusiones, esa permanente “conciencia de pecado”, por la falta de esa identidad profesional y cultural, ha hecho que muchos maestros consideren su profesión como algo pasajero, transitorio, fugaz, siempre están buscando otras actividades y marchan a la deserción y al abandono, cuando no a la asunción de comportamientos conformistas, acomodaticios, u oportunistas; trepadores, resignados y hasta nihilistas, con respecto a sus cotidianas actividades. Los maestros consideran, no sin razón, que todo aquello en lo que los atarean y ocupan, carece de sentido y de importancia social y ello los lleva a establecer una particular psicología que provoca, no el reconocimiento a sus labores, sino una especie de el repudio social.

Ya lo hemos dicho, siguiendo a Theodor Ludwig Wieengrund Adorno: “No se considera al maestro como alguien digno de reconocimiento social y se señala el carácter subalterno de su labor, tal vez porque en sus orígenes históricos los maestros fueron esclavos y lacayos, además, porque los educadores, en última instancia, han sido los principales agentes de la adaptación, la normalización y la estabilidad social. Quizá́ por eso esta profesión provoca una fuerte reacción entre quienes, consciente o inconscientemente, se aferran al principio de placer, opuesto al principio de realidad y a la cordura que establece la normatividad social y el superyó. En este sentido la pedagogía, la escuela y los maestros tienen un carácter represivo y alienante, porque sistemáticamente modifican y adecuan los instintos y pulsiones a las exigencias de la vida en sociedad, a los procesos de estandarización y regulación, requeridos por los poderes establecidos, para el mantenimiento de las relaciones sociales de producción, que ellos detentan”. Ver: “La precariedad de la labor docente”. Julio César Carrión. Semanario Virtual Caja de herramientas, Edición 776 – Semana del 7 al 13 de mayo de 2022.

Como se puede percibir, El maestro de escuela, de Fernando González, nos muestra claramente el drama de un proletariado intelectual que, habiendo perdido el liderazgo social y cultural –y con él la seguridad de su propio yo–, ayer sometido al influjo de la iglesia, de los gamonales, al clientelismo y a los politiqueros y que hoy, además, se encuentra subordinado a las nuevas tecnologías del poder y a las transnacionales del conocimiento, que gustan publicitar una supuesta “sociedad del conocimiento”; proletariado intelectual que, inexorablemente, anda, todavía, en una constante búsqueda de reconocimiento social y de un mejor trato, llevando a cuestas la pesada carga de su penuria, económica, política, social y cultural.

Decía el profesor Echeverry que esas historias, mostraban el mundo de lo local y marginal, permitiendo al naciente Movimiento pedagógico, la formulación de claras perspectivas de emancipación a los docentes.

En una conferencia que, sobre el tema del tango, sus orígenes y enraizamiento en Argentina, ofreciera Jorge Luis Borges, por allá en el año de 1965, se pregunta: “¿Dónde estará (repito) el malevaje, que fundó en polvorientos callejones de tierra o en perdidas poblaciones la secta del cuchillo y el coraje?”. Parodiando a Borges se pregunta el profesor Echeverry, en el mencionado artículo de la revista Educación y Cultura: “¿Dónde estarán (repito) los maestros que fundaron en olvidados callejones de poblaciones perdidas en la geografía apenas naciente, la secta de la tiza y el tablero?... ¡Dónde estarán aquellos que pasaron, dejando una imperceptible huella de memoria, una anécdota en la historia, una huella de tiza en los vecinos, y que sin lucro terminaron sus días al píe de los tableros?... Los busco en sus archivos en los cuentos del maestro Carrasquilla, en las historias que de la pasión hizo el maestro Fernando González, en los leccionarios, en la palabra del alumno y en el testimonio oral de aquellos que sobrevivieron a las plagas de Egipto, en todo lo que guarde los secretos de esa chusma valerosa en cuyos hombros ha cabalgado la historia de Colombia…”

¿Qué habrá sido de esa valerosa chusma de maestros que, hace ya 40 años, intentaron forjar un nuevo rumbo para la educación y la pedagogía en Colombia?

Edición 804 – Semana del 19 al 25 de noviembre de 2022
   
 
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