![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
||||||||
El mundial |
|||||||||||||
![]() |
|||||||||||||
En el evento mundial al que asistimos todos de alguna manera, por las razones que fueren, no deja uno de simpatizar con los equipos modestos para que goleen a las grandes potencias, como desahogo a las frustraciones históricas; o apostarle a Senegal por la conciencia social de Mané en su calidad de persona sencilla y ejemplo de su raza; o esperar que Portugal sobresalga por el compromiso sincero de Ronaldo con la causa Palestina. |
|||||||||||||
Óscar Amaury Ardila Guevara | |||||||||||||
![]() |
|||||||||||||
Ahora que llamé su atención sobre el mayor negocio internacional del deporte que comercia hombres y mujeres como mercancías, revisemos el concepto de “conciliación de clases”, que, en la actualidad, ronda la política como lastre de la obediente tradición de las castas adineradas y como hecho traidor al pensamiento liberador de los magnos autores de la teoría social. Mientras el sistema capitalista se esfuerza por captar toda la atención de la población aupando con sus mass media el popular evento patrocinado por las grandes marcas de la economía mundial, los pueblos siguen empobreciéndose para la complacencia y bienestar de algunos “afortunados”. Con una abrumadora psicología de masas puesta al servicio del statu quo, el establecimiento induce la falsa idea que el mundial de futbol es un escenario de “integración” del pueblo, y toma como símbolos determinantes para ello el deporte, las banderas, el nacionalismo, etc. Desde una perspectiva general del concepto de la colectividad humana, es válido entender que la convivencia y la construcción de ambientes de progreso social, cultural e intelectual de los sujetos que componen la misma sociedad, deba tener como basamento indispensable, principios básicos del respeto al pensamiento ajeno, la solidaridad comunitaria, la fraternidad personal y sendos comportamientos éticos, que enaltezca la condición de ser seres pensantes en este lacerado planeta. El quid del asunto en distopía tiene que ver con la descarada concentración de la riqueza en unas pocas cuentas y la concomitante distribución de la pobreza en la manipulada población, dentro de la macro-economía de mercado y del clasismo pseudosocial. Lograr que se mantenga esta moderna situación de privilegios en el mundo, es la apuesta que el sistema finamente delinea, echando mano de herramientas que le permitan subsistir sin mayores contratiempos como ha sido la denominada “conciliación de clases”. En su conveniente interpretación, sus agentes políticos sostienen que la avenencia y cooperación de todos, le otorga un carácter civilizatorio a la sociedad si se mantiene la división de los ciudadanos en clases sociales; ya el fascismo en la defensa de la preservación de la jerarquía del poder, afirmaba que esta armonía alcanzaría para su proyecto, la “irremediable, fructífera y beneficiosa desigualdad de los hombres”. En otras palabras y traída esta oprobiosa tesis a nuestro subdesarrollado patio macondiano, son las acciones y peroratas de voceros “centro-democráticos” y otros bichos, que, sin conocimientos básicos de la ciencia política, se van lanza en ristre contra el socialismo (lo social) y contra el comunismo (lo común). Está claro que, en la sociedad de clases, minorías se apropian de las grandes empresas públicas, industrias, bancos y todos los medios de producción, frente a las mayorías que solo poseen su fuerza de trabajo como medio de transacción económica. Para su imbuida estrategia, los ricos emplean todo el aparataje ideológico del establecimiento, con el fin de encubrir la realidad y buscar con ello, convencer a los trabajadores que no piensen, ni actúen, ni se reconozcan como clase social, sino que acepten dócilmente la condición formal de asumirse como “buenos ciudadanos”; induciéndoles a que la “colaboración” es un paso imprescindible en la sustitución de la lucha de clases, por cualquier tipo de pactos o alianzas (casi siempre dejando intactas las estructuras del poder). Está claro que, de acuerdo a su naturaleza, el Estado represente como institución jurídica-constitucional, la conciliación de clases, pero no es menos cierto que ésta ventajosa alternativa privada conlleva solo a ilusorias esperanzas de los más, en términos prácticos y materiales. Este tipo de Estados, al ser el instrumento ideal de la clase dominante para el mantenimiento de su favorecida condición, difícilmente podría ser el ecuánime intermediario que los pobres requieren; no podría convertirse en el justo mediador entre los intereses contrapuestos de las clases sociales. Como salida al histórico problema, las posturas reformistas animadas por representantes de la pequeña burguesía, interesados en que los dueños de los medios de producción y los trabajadores convivan pacíficamente y en armonía, ofrecen la implementación de un “capitalismo más humano”, que recojasegún ellos, los intereses y las expectativas de todos. Han hecho y siguen haciendo un llamado a la sociedad en su conjunto, para que las contradicciones antagónicas, las que en la realidad son irreconciliables, se puedan zanjar invocando gestos de “buenas intenciones”, “diálogos sociales” y la “paz”; pero que todo ello no va más allá de convertirse en el soterrado velo, que trata de minimizar los conflictos de clase propiciados por el sistema capitalista. En el Estado y la revolución, Lenin reflexionaba: “La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo; y, por lo tanto, el capital, al dominar (la)… cimienta su poder de un modo tan seguro, tan firme, que no lo conmueve ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partido dentro de la república democrática burguesa…”. Si las estructuras del establecimiento no se transforman objetivamente en lo más hondo de sus entrañas, aun teniendo el poder político de lo ejecutivo y lo legislativo por algunos sectores progresistas, las bases del Estado burgués seguirán sin alteraciones y no cesará el poderío que las clases dominantes ejercen contra el pueblo. Las presencias coyunturales en procesos electorales nacionales y locales en donde está a la orden del día la integración de pactos o acuerdos dentro del sistema por sectores aparentemente disimiles, facilita que los partidos políticos tradicionales, así como las nuevas casas burocráticas, puedan seguir ostentando y conservando sus dominios en el espeso fango del espurio y fastidioso caos ideológico. En sentido estricto de la palabra, la conciliación o la concertación entre clases claramente antagónicas, es una utopía de las tesis reformistas, que chocan a los ojos de la realidad social; ¿cuánto tiempo se requeriría para el cumplimiento de sus edulcorados mensajes? ¿Todo? ¿Toda la vida? Los cantos de sirena que llaman a confiar en la honesta liberalidad de los explotadores dentro de la “democracia” burguesa, seguirán siendo suaves tonadas que no romperán los viejos retratos de las injusticias y las desigualdades. A contracorriente de la solicitada conciliación de clases, el pueblo en el propósito de trabajar por sus propios intereses, tendría la opción de hacer práctica la teoría de la construcción de un modelo social distinto al sistema establecido, desde un fortalecido y transparente movimiento popular emancipador; así como se cantaba en el irreprochable himno: “El día que el triunfo alcancemos ni esclavos ni dueños habrá, los odios que al mundo envenenan al punto se extinguirán; agrupémonos todos en la lucha final y se alcen los pueblos por la internacional…”. La idea de un encuentro conciliado de todas las clases pudiera convertirse en una desabrida y tenue muletilla que no pudiera trasvasar los escritos de los masivos comunicados, ni la fogosa palabra de oradores tal vez bien intencionados, pero que no bastará para poder transformar los contextos estructurales de la sociedad actual. Coletilla: En el evento mundial al que asistimos todos de alguna manera, por las razones que fueren, en el momento posible, en cualquier circunstancia, no deja uno de simpatizar con los equipos modestos para que goleen a las grandes potencias, como desahogo a las frustraciones históricas; o apostarle a Senegal por la conciencia social de Mané en su calidad de persona sencilla y ejemplo de su raza; o esperar que Portugal sobresalga por el compromiso sincero de Ronaldo con la causa Palestina. Edición 806 – Semana del 3 al 9 de diciembre de 2022 | |||||||||||||
![]() |
![]() |
||||||||||||
comentarios suministrados por Disqus | |||||||||||||