Metamorfosis del golpismo y reacomodo de las derechas

 
 
 

Las ultraderechas se anclan dentro de la Democracia para competir y acceder a espacios estatales, se aferran al poder con círculos de adeptos fanatizados, favorecen castas industriales, grupos financieros y gremios empresariales; dicen defender la Democracia y el Estado de Derecho, pero desconocen las bases originarias del funcionamiento de la Democracia.

  Alberto Ramos Garbiras1
 
 

En Brasil las turbas bolsonaristas insufladas por las mentiras sobre el fraude electoral acudieron para atacar la plaza de los tres poderes (Planalto), planificado todo por quienes organizaron la logística, en un día como el 8 de enero donde no había sesiones de ninguna de las instituciones asaltadas; una táctica que conllevaría a producir la reacción de las Fuerzas Armadas para generar el golpe de Estado e interrumpir la presidencia de Lula Da Silva, que solo llevaba una semana de posesionado. Preconcibieron un tipo de golpe de Estado indirecto, inducido por el mismo gobernante saliente apoyado por exmilitares aliados y con funcionarios incrustados en los estados federales.

Bolsonaro terminó su período, se presentó a la reelección y obtuvo 58.206.354 votos, Lula Da Silva, logró 60.345.999 votos, entonces, un margen estrecho, con más de 2 millones de diferencia, de todas maneras, es un triunfo innegable; pero el hecho de que la gente se movilizó en turbamultas convertidas en hordas quiere decir que de facto existe un movimiento de seguidores y fanáticos que lo siguen y actúan por encima del partido político al que él pertenece, o dice pertenecer. El extremismo de derecha también se expresa o manifiesta en otro tipo de conductas ciudadanas o de relacionamiento, esto marca el grado de alienación al que han llegado imbuidos por el populismo ultraderechista. Por qué hay unos sectores populares que se derechizan. Unos porque los aparatos ideológicos del Estado los absorben, otros por la trasmisión de la religión agenciada por grupos evangélicos, otros por las dádivas que reciben, otros por la labor de desideologización que realizan los medios de comunicación, otros totalmente desclasados, por la capitis de minutio se doblegan y conforman una masa de pobres-lumpen, “sectores marginados, desclasados que pueden servir de carne de cañón para las elites reaccionarias”.

Fue una insurrección civil derechizada, no una rebelión popular como las que nacen de un sentimiento contra la injusticia, ni de las que llevan a una revolución. Fue una asonada prefabricada para apuntalar el poder de quien acababa de ejercer el mandato queriendo quedarse otro periodo alegando el robo de las elecciones, o para instalar a alguien afín a los intereses agenciados por los militares, casta a la que Bolsonaro pertenece. Las rebeliones, insurrecciones y revoluciones se originan en el pueblo que siente las injusticias, se produce el levantamiento que con la represión termina en guerra civil o en revolución. Históricamente este es el comportamiento. En los casos recientes de EE.UU. con los ataques al Capitolio (enero 2021), y Brasil, el asalto a los edificios del poder en Planalto (enero de 2023), estas “insurrecciones” han sido alentadas por los presidentes reeleccionistas salientes, manipulando a la población con la mentira del fraude electoral. O sea, han trastocado las reacciones populares( ya no son naturales), para mostrarlas como popularidad propia, conduciendo a desconocer los pilares democráticos de Estados que los albergaron como mandatarios, y cuando pierden en las urnas entonces las instituciones no sirven, pero lo más grave, desconocen elecciones realizadas cuando ellos mismos ejercían el poder pleno. Unas insurrecciones maquinadas para aparecer rodeado por el pueblo, siendo este instrumentalizado y envolatado con las teorías de la conspiración para sostener la AUTOCRACIA de quien venía gobernando. Esta es la tendencia hoy deformativa de la Democracia. Ir degradando las instituciones para diluir el equilibrio de poderes y concentrarlo.

Puede uno deducir cómo en el Perú las derechas del Congreso lograron defenestrar al presidente del pueblo Pedro Castillo (un maestro de escuela rural, impreparado), induciéndolo al autogolpe y convenciendo a la vicepresidenta Boluarte, arribista y trepadora, que además no tenía los afectos suficientes por el partido político de presidente, “Perú Libre”, ni este era un partido político sólido, sino un partido improvisado y hechizo, formado por políticos trashumantes que, aprovecharon la división de los partidos tradicionales y la atomización de los más recientes. La salida de Pedro Castillo fue una jugada de esas derechas parlamentarias que no habían podido sacarlo en las dos votaciones de vacancia, producidas en las semanas anteriores, y estaban ad portas de la tercera votación para sacarlo de la silla presidencial.

El ataque a la Democracia por parte de las derechas tiene otras variables. Se enquistan y no quieren soltar el poder cuando pierden las elecciones. Acuden a los medios de comunicación comprados o adquiridos por empresarios entroncados con el sistema; medios que tienen cobertura nacional tanto en prensa como Tv y radio. De esta forma logan penetrar todos los hogares y manipular la información con sesgos y distorsiones. Si los demócratas no se dotan de instrumentos mediáticos, los movimientos sociales, los partidos alternativos, serán disminuidos, y los gobiernos del poder popular serán desestabilizados. El principal medio de comunicación que tienen los sectores populares son las redes sociales, las emisoras comunitarias, los canales locales, la prensa independiente. La ultra derechización de la derecha es una realidad en América Latina, en Europa y en EE.UU.

Cuando un partido de derecha ejerce el poder ya no quiere soltarlo y para ello deforman la Democracia, para coartar los mecanismos de participación, luego acuden a altos funcionarios cooptados porque fueron instalados en los organismos de control, etc. Ese es el reto de las izquierdas, lograr mantenerse y no cometer errores, porque las derechas no cesan. Y al perder las elecciones acusan con antelación al competidor de estar fraguando un fraude, para caldear el clima político. Presentan demandas, impugnan las elecciones, o maquinan una especie de Golpe de Estado. Donald Trump, al ver que no le prosperaron las reclamaciones de fraude en varios Estados de la Unión, preconcibió la toma al Capitolio con turbas trumpistas que durante los meses de la campaña habían sido alertadas del eventual fraude electoral. Soliviantó el ánimo de los seguidores e intentó que sabotearan la proclamación, llegando a acusar a su vicepresidente, Mike Pence, por continuar con la diligencia de reconocimiento del triunfo de Joe Biden. Y Bolsonaro alentó indirectamente a sus seguidores para empujar a las Fuerzas Armadas hacia un Golpe de Estado.

Años atrás, en el mismo Brasil (2016), Dilma Rousseff fue sacada del poder por un golpe parlamentario que se calificó de blando, manejado con la fachada de impeachment, orquestaron una votación contra ella por los traslados presupuestales para la construcción de los escenarios necesarios destinados a los juegos olímpicos de Rio, y sembraron sospechas en los asuntos de Petrobras; su vicepresidente Michel Temer, conspirador, se alió con los partidos de centro (El Centrao), se repartieron el poder entre centristas y derechistas. En Paraguay, junio del año 2012, le edificaron un juicio político express, al presidente, exsacerdote Fernando Lugo y lo defenestraron en 48 horas, la conspiración fue alentada por el vicepresidente Federico Franco, aliado de los sectores de derecha del Congreso, le violaron el derecho a la defensa en un asunto de reclamación de tierras dentro de un terreno propiedad de un senador conservador del Partido Colorado. Desde tiempo atrás en Congreso le venía bloqueando todas las iniciativas. En Honduras, año 2009, ante una propuesta de consulta popular promovida por Manuel Zelaya, la cuarta urna, no vinculante sino de medición para percibir la inclinación por la reelección presidencial, se inventaron la excusa para el golpe entre los militares y los congresistas de derecha ; sacaron a la fuerza al presidente en pijama fuera del país, hacia Costa Rica y montaron una dictadura cívico-militar colocando de “presidente” al congresista Roberto Micheletti, expulsaron al presidente legítimo sin fórmula de juicio por recibirle petróleo a Venezuela, haber ingresado al ALBA y tener una tendencia ideológica liberal/socialista.

A Evo Morales, ante la acusación de un fraude electoral, noviembre del año 2019, lo acosaron y acusaron, abandonó el país, los militares lo presionaron, la OEA emitió una opinión sin bases de datos concretos; llegó la segunda vicepresidenta del Congreso a la silla presidencial, la señora Janine Añez, que luego fue procesada por corrupción. Con el triunfo de Luís Arce en el año 2020, ex ministro de Evo Morales y del mismo partido político, se comprobó que las mayorías electorales eran las mismas del año 2019.

Dos casos más podrían relacionarse. El golpe de Estado fraguado en el año 2002 en Venezuela, asciende al poder por pocos días, Pedro Cardona, presidente de la Cámara de Comercio y luego el desenlace que todos conocemos. O la situación registrada en Ecuador, año 2010, sucesos conocidos como el 30-S contra el presidente Rafael Correa, donde un grupo significativo de policías y políticos confabulados querían sacarlo del poder. Podríamos mirar estas y otras situaciones del siglo XXI donde ya no es el golpe militar seco de carácter palaciego o de facto, como los del siglo XX, 65 golpes en América Latina, casi siempre de facto/sangrientos, o palaciegos (dentro del palacio unidas las fuerzas militares contra el civil de turno); pero en estas dos décadas recientes del siglo XXI observamos una metamorfosis del golpismo con arandelas parlamentarias, constitucionales o excusas legalistas.

“Las revocatorias recientes de poder sufridas por los presidentes democráticamente electos Manuel Zelaya en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay, así como del igualmente elegido Alcalde Gustavo Petro en Bogotá no obstante su provisional restitución, entre otras muchas más acaecidas en el hemisferio americano hay que analizarlas desde un nuevo contexto donde ya no prevalecen los disparos y los contingentes militares que caracterizaron los escenarios golpistas del siglo XX, sino como dice Fuentes Destarac, se dan ahora por el accionar de los grupos antidemocráticos de los Gobiernos latinoamericanos que han hecho toma o conservación del poder político con fines de concentración o perpetuación manipulando a su favor y antojo el orden legítimo constitucional bajo una apariencia de presunta legalidad”. (Huertas y Cáceres, 2014)

Unas fuerzas de ultraderecha permanecen en el poder en Europa y llegan otras. En Italia ganó la señora Giorgia Meloni, del partido Fratelli D Italia, en coalición con Salvini (Liga) y Berlusconi (Forza Italia), agencian un discurso nacionalista, anti inmigración y anti unión europeísta; En Polonia, y Eslovenia, hacen presencia dentro del poder los ultraderechistas; en Castilla y León, un gobierno autonómico de España, hay presencia del partido ultraderechista VOX. Hasta hace poco estuvieron gobernando ultras en Austria, Finlandia y Países Bajos. Los países donde se coloca un cordón sanitario a los ultras, o líneas rojas, como quien dice no se acerquen porque representan un riesgo para la Democracia, son: Bélgica, Francia y Alemania. En España, también, pero después de la amarga experiencia de Pedro Sánchez, un socialista que en el 2019 pretendió hacer coalición con el PP, un partido franquista y le hicieron la vida imposible, se hermanaron con VOX, hasta que se acercó al partido PODEMOS y a las minorías nacionalistas.

Carlos Planas Bou, sobre la Unión Europea expresó, “En 16 de los 27 países de la unión, las principales formaciones ultraconservadoras y populistas de derechas aumentaron los votos recibidos en las últimas elecciones, alcanzando cuotas de poder que hace una década parecían imposibles. En 15 superan los dobles dígitos en votos. El espejismo es ya un oasis para la llamada internacional reaccionaria”.

En Hungría Viktor Orban, tras 4 victoria consecutivas lleva 12 años con el manejo del Estado. Dice la periodista Fernanda Hernández Orozco, “las relaciones de la Hungría de Orbán con la Unión Europea han sido tensas. En febrero, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea comenzó el camino para restringir el envío de fondos a Hungría por incumplir estándares europeos, especialmente al imponer controles políticos sobre el sistema judicial y los medios de comunicación y restringir derechos básicos”.

En Estonia, Letonia y Eslovaquia, hay presencia de las derechas, pero en coalición. “Suecia, un país que normalmente se inclina por opciones de centro y centroizquierda, sorprendió en sus elecciones legislativas del 11 de septiembre al darle una inédita victoria a un bloque de partidos de derecha y ultraderecha. Al término de una última jornada de recuento de votos tras unos comicios muy reñidos, la primera ministra saliente, la socialdemócrata Magdalena Andersson, reconoció la derrota de su bloque y anunció su dimisión” (Hernández Orozco, ibidem)

Más factible es que, en los países donde existen partidos conservadores estables, aparezcan grupos de ultraderecha que terminan fundando un partido radical de derecha. En Colombia la derechización del partido liberal (por la convivencia con los conservadores en varios períodos 1886, 1905, 1946, 1958/74, luego del año 1974 hasta 1986, finalmente 2002/2018), estos maridajes conllevaron a la aparición de un partido de ultraderecha como el Centro Democrático (2014), fundado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, que ya había ejercido el poder directamente durante 8 años; también conllevó a la derechización de otras formaciones políticas que, llegaron a un momento anterior de mezcla bipartidista, y a la situación culmen (junio de 2022), de aglutinación de todas las derechas alrededor del nombre de Rodolfo Hernández, un populista ramplón de ideología amorfa que terminó siendo el catalizador de todos.

La progresiva pérdida de espacios del Partido Conservador desde el año 2002 (aunque siempre ha tenido burocracia cedida por la cogobernabilidad y el convivialismo), abrió con ello la puerta a un partido de ultraderecha que, no solo le subsumió parte de sus cuadros profesionales y figuras, sino que lo reemplazó en el discurso y lo desbordó. La misma polarización de los partidos tradicionales en la dinámica de las confrontaciones electorales, por competir se atacan saltuariamente de manera hostil e hirsuta, esos discursos dan pábulo al lenguaje extremado de la derecha, más incendiaria.

Puede suceder en algunos países que la ultraderecha populista (con figuras como Trump, Bolsonaro, Orbam…), sobrepase el protagonismo de los partidos tradicionales/convencionales/formales, y pase a opacarlos, enfrentándose al candidato del polo opuesto, de la izquierda, mientras que otros partidos políticos se ubican en el campo del centro político y no logran interpretar las angustias y aspiraciones de la población que se instala en los dos extremos.

Las ultraderechas se anclan dentro de la Democracia para competir y acceder a espacios estatales, se aferran al poder con círculos de adeptos fanatizados, favorecen castas industriales, grupos financieros y gremios empresariales; dicen defender la Democracia y el Estado de Derecho, pero desconocen las bases originarias del funcionamiento de la Democracia. La conducta que denotan es contraía a las bases de la ilustración y ningunean los derechos pluriculturales. Las ultraderechas socavan, menoscaban los derechos humanos y los derechos sociales. Se aferran a ultranza a la defensa de la propiedad privada, a la protección de las élites, al gran capital, las tradiciones rancias y a los principios religiosos dogmáticos.

Cita: Huertas Diaz Omar y Cáceres Tovar Víctor. “Los golpes de Estado constitucionales en Latinoamérica: una amenaza emergente para el principio democrático”. Revista Justicia Juris. Volumen 19 número 2, Barranquilla. www.scielo.org.co // Diciembre del año 2014.

Nota: si desea ampliar más información sobre este tema, el autor de este artículo preparó un interesante video que puede ver aquí: Brasil necesita recuperar la Democracia. Centro de Pensamiento Estratégico.

1 Magíster en Ciencia Política (Universidad Javeriana); PhD en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de las cátedras: derecho internacional, derechos humanos y derecho ambiental en la Universidad Libre; ha sido profesor de derecho constitucional en la Universidad Santiago de Cali (USC).

Edición 810 – Semana del 28 de enero al 3 de febrero de 2023
   
 
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