Fantasmas de la guerra

 
 
 

Hablar con mujeres víctimas de violencia sexual y que por distintos motivos decidieron o tuvieron que abortar no es fácil. Es difícil para ellas que la sociedad conozca su historia, por miedo a ser juzgadas, señaladas, por el temor a que se hagan juicios morales sobre las atrocidades por las que tuvieron que pasar y las decisiones que esto desató en sus vidas.

  Diana Barahona
 
 

Durante décadas la violencia ha sido la protagonista del diario vivir de colombianos y colombianas: atentados, masacres, secuestros, narcotráfico, violencia sexual y reproductiva. Estas dos últimas afectaron en gran medida a mujeres, niñas y adolescentes en diferentes territorios.

El año 2002 fue el de mayor violencia sexual, con 1487 casos. Específicamente en Antioquia se presentaron 249 de ellos, departamento seguido por Magdalena con 244 registros, pues el Bloque Norte de las AUC se expandía y consolidaba para la época, esto por citar solo dos ejemplos de todos los hechos desatados durante los más de 50 años en los que transcurrió la guerra en el país suramericano.

Estos acontecimientos las han convertido en víctimas de hombres que se valieron de su papel en el conflicto para cometer todo tipo de vejámenes en contra de ellas. Las consecuencias de estas han sido embarazos no deseados, niñas que se han convertido en madres a temprana edad y abortos espontáneos, provocados y/o terapéuticos.

El psicólogo Andrés Medina, egresado de la universidad UNIMINUTO y exfuncionario de la Secretaría de Integración Social de Bogotá no duda en asegurar que durante el conflicto armado en Colombia aumentaron los casos de violencia sexual y a la par se incrementaron también los abortos, pues asegura que: “el conflicto armado dio pie para todo eso, para que de alguna u otra manera el valor de la mujer no fuera tan representativo y mucho más cuando estaba en estado de embarazo”.

Seguramente este era el pensamiento de aquellas mujeres afectadas, también menciona temas que en muchas ocasiones influyeron a que estos episodios de abuso sexual terminaran en aborto porque resultaba una salida a la falta de respeto, a las barreras a sus aspiraciones o a la violación.

En la localidad de Los Mártires en la ciudad de Bogotá pude contactar a dos mujeres que cada día viven con este fantasma. Andrea y Tatiana coinciden en que por un lado no quieren que otras mujeres vivan alguna forma de violencia sexual y por eso quisieran contar su experiencia, pero por el otro lado, el hecho de recordar lo que vivieron y por lo que tuvieron que pasar luego de ser abusadas, estar en embarazo y posteriormente abortar las lleva a pensar que es mejor seguir en el anonimato.

Y es que hablar con mujeres víctimas de violencia sexual y que por distintos motivos decidieron o tuvieron que abortar no es fácil. Cuando hay un primer contacto y se plantea la idea de llevar a cabo un trabajo periodístico para dar a conocer todo lo que enmarca su experiencia dentro del marco del conflicto armado, acceden temporalmente, pero al querer concretar la entrevista se retractan. Es difícil para ellas que la sociedad conozca su historia, por miedo a ser juzgadas, señaladas, por el temor a que se hagan juicios morales sobre las atrocidades por las que tuvieron que pasar y las decisiones que esto desató en su vida.

Con respecto a esto, el sicólogo indica algunas posibles consecuencias sufridas por un aborto, como el rompimiento de la confianza en sí mismas, falta de amor propio, la indecisión, el choque que genera la interrupción del embarazo, la pérdida de la autoconfianza. Cuando el embarazo es como resultado de un abuso sexual es más complicado contarle a familiares o amigos la situación por la que se atraviesa y terminan afrontando todo el tema en solitario.

El sentimiento de culpa no es ajeno luego de una interrupción de embarazo, pues en muchos casos el pensamiento de ¿cómo hubiese sido el bebé? o ¿qué habría pasado si no tomaba esa decisión? El fantasma de la guerra persiste desde el ámbito psicológico al cargar constantemente las memorias de un evento violento; se aconseja trabajar en el denominado “auto perdón”.

Según el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC), desde 1959 hasta 2020 en el marco del conflicto armado se presentaron 15.760 víctimas de violencia sexual y reproductiva, el 30% fueron niñas y adolescentes. Estos actos no solo se perpetraron por parte de grupos armados ilegales, sino también por miembros de la fuerza pública, y esto se fue convirtiendo en una práctica sistemática.

Se podría llegar a creer que el abuso sexual no tendría relación con la guerra, pero esto es más habitual de lo que se imagina y se encuentra directamente relacionado, pues durante el conflicto armado se exacerbó la violencia hacia las mujeres.

Edición 818 – Semana del 25 al 31 de marzo de 2023
   
 
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