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Petro, tensión |
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En 2023, después de setenta y cinco años, Petro, Márquez y el Pacto Histórico pueden, por fin, en contraposición a la propuesta autoritaria, que se reencaucha cada que puede, quebrarle el espinazo a la arquitectura propia del capitalismo político al servicio de los intereses del capital financiero. |
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Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD. | |||||||||||||
Presidente IGS Colombia. Director Grupo Presidencialismo y Participación | |||||||||||||
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Gaitán y Gramsci. La modernidad tardía. Parte II. A 75 años del 9 de abril. Cátedra Gaitán. Cuestiones metodológicas y hegemonía Revisemos enseguida un asunto metodológico que es realmente importante. Hay un trabajo que se propone un análisis de discurso que nos permite establecer de una manera más rigurosa una lectura del Jorge Eliecer Gaitán que va de 1944 a 1948. El autor es un maestro que ha tenido vinculación con la Universidad Javeriana y con la Universidad Pompeo Fabra en España. El texto que pueden consultar e indagar es Gaitán en clave política: un análisis discursivo. El autor es Daniel Felipe González Contreras, y lo publicó en 2020, en la revista Desafíos. Nos habilita también para fortalecer la reflexión desde la perspectiva política, porque estudia el momento de la hegemonía. Hoy en la presente coyuntura, cuando Gustavo Petro se enfrenta con lo que hemos llamado en el grupo presidencialismo y participación el tiempo del desenlace de la hegemonía. Porque se vuelve a vivir una experiencia de tensión hegemónica como la categoriza González Contreras, cuando estudia el quehacer político discursivo de Jorge Eliecer Gaitán en el periodo 1944 – 1948. Aquella es una primera etapa de una coyuntura estratégica de crisis orgánica del capitalismo colombiano, donde los grupos y clases subalternas, el proletariado y el campesinado, junto a sectores de la pequeña burguesía intelectual y del estudiantado universitario descubren el límite autoritario de aquel orden del país político como lo nombra Gaitán. Así se abre también el tiempo de lo nacional popular progresista, en aquella trayectoria histórica de 1944 al 1948. Después, bajo las condiciones estructurales de una crisis orgánica de larga duración del capitalismo nacional el bloque histórico de la dominación vive diversas etapas. Todas signadas de modo particular por una experiencia de guerra social desde arriba, desplegada contra los subalternos en rebeldía, luego de que su connato de insurrección espontánea fracasó. Ahora reparamos en una de ellas, la más actual, porque nos aproxima de manera tendencial al desenlace de una crisis de hegemonía en su devenir en el ámbito de las superestructuras complejas, en el gobierno de la sociedad política del régimen parapresidencial en agonía. El periodo en cuestión abarca desde el año 2018 al 2023. Es singular su expresión, porque Colombia vive de nuevo una experiencia de tensión hegemónica de signo político progresista, cuando la democracia subalterna en su accionar disruptor saca provecho del ciclo de elecciones de modo ascendente, en el marco de dos elecciones presidenciales. Corresponde en términos organizativos al proyecto de la Colombia Humana, primero, que luego da paso al Pacto Histórico entre cinco fuerzas políticas que logran derrotar al bloque en el poder en la elección presidencial de 2022. Ahora la tensión hegemónica se presenta entre el bloque progresista en construcción de un nuevo bloque histórico que en su devenir democrático desarticular el andamiaje, el aparato hegemónico del Estado gobierno1 acorazado por el régimen parapresidencial que reproduce el gobierno de la excepcionalidad. Es la herramienta institucional de hecho, que neutralizando las acciones derivadas de la paz pactada con las Farc – EP por el gobierno neoliberal de Juan Manuel Santos. Toda vez que se produjo el retorno del partido de la guerra, el Centro Democrático con su candidato presidencial triunfante, Iván Duque, apoyado en los desastres desmovilizadores de la pandemia del Covid. Sin embargo, aquella situación calamitosa en lo social no impidió el ascenso de la transformación del sentido común, y ésta, luego de la derrota de la contrarreforma tributaria de Carrasquilla y los cacaos del capital financiero, condujo al “estallido social” y con él a la emergencia de una nueva forma de resistencia subalterna, las organizaciones populares denominadas “primera línea” en las grandes ciudades en cólera contra los procesos de inmiseración y desarraigo incrementados exponencialmente. Tal es el laboratorio de la corriente subterránea de la democracia subalterna que hace la experiencia de ensayar la forma del enjambre como acción política de la multitud plural, en desafío del fuego asesino que integra a fuerza de policía y paramilitares en los escenarios de mayor conflicto, en particular, primero en Bogotá, y luego en Cali en los meses previos a la elección presidencial del año 2022. Tal fue la antesala al triunfo del Pacto Histórico que es uno de los extremos en que progresa la tensión hegemónica que conforma un bloque histórico alternativo en progresión. Esta corriente subterránea fuerza la presencia de una representante, la activista Francia Márquez, que es la fórmula vicepresidencial que logra remontar la diferencia en votos requerida para disputar con éxito la segunda vuelta a las fuerzas conjuntas de la reacción y la derecha que apoyaron la candidatura del ingeniero Rodolfo Hernández, un desprendimiento táctico aparente del bloque en el poder, con asiento en las ciudades intermedias con importante presencia del modelo reaccionario para-republicano nacido en los dos gobiernos de Álvaro Uribe Vélez. Así las cosas, el trabajo de topo de la tendencia de la revolución democrática, tantas veces desviada, cooptada, interrumpida a sangre y fuego en Colombia, desde los tiempos del Gaitanismo, desde que interpeló a las muchedumbres, más allá de sus adscripciones liberales y conservadoras, al pueblo expresión de una sociedad abigarrada de campesinos, obreros, minorías étnicas, y pequeña burguesía urbana en desarraigo vuelve a ganar momento setenta y cinco años después. Antes, la multitud ciudadana desbordó calles y plazas e hizo posible el triunfo electoral en el campo disputado de la sociedad política. Ahora, los grupos y clases subalternas son convidados en la presente coyuntura a participar, cuando el Frente Amplio postelectoral tambalea y amenaza desagregarse, para resolver en favor del Neo-progresismo la presente coyuntura estratégica. La tensión hegemónica pone en cuestión las posibilidades del gobierno del Pacto Histórico que no es estado todavía. Aquí nos recuerda, en lo metodológico las apuntaciones de Antonio Gramsci sobre la historia de las clases subalternas2. Por lo pronto, el gobierno progresista de Petro y Márquez tampoco le ha quebrado todavía una vértebra al régimen político para-presidencial. Estamos en espera, sí, de la política de seguridad que rompa las amarras a la política pública de guerra que se extendió desde los tiempos del Plan Colombia, pactado con el gobierno demócrata de William Clinton3. Como se ha visto en la realidad del trámite de las reformas, pero si hay el reclamo de la calle si hay el reclamo de la movilización de la organización social de la cual el estallido social es un ejemplo traumático fundamental. Entonces, ¿cuál es la dinámica de la democracia subalterna en alza en este gobierno del pacto histórico? Y, ¿cómo la cultura de la representación política se fortalece con las experiencias de participación del periodo 2018 – 2022, que garanticen que las elecciones de octubre sean una cosecha de triunfo que fortalezca la propuesta democrática de reformas sociales prometidas? El cambio de rumbo, el timonazo del presidente Petro, luego que los compañeros de viaje en la coalición del Frente Amplio, Conservadores, Liberales y Partido de la U se opusieron a la reforma de la salud, y fueron derrotados en la Comisión séptima de la Cámara, se tradujo enseguida el pasado miércoles en cambio en la composición del gabinete ministerial. Incluyó la salida de Carolina Corcho, de salud y protección social, que la reemplaza Guillermo Alfonso Jaramillo, llamado de urgencia para el siguiente momento de la reforma de la salud, que es el definitivo cuando empiezan los debates, porque el Pacto Histórico tiene que conquistar mayoría apoyándose en las disensiones producidas en los tres partidos ex aliados, así como fortaleciendo la presencia del Partido Verde, con la presencia directa de su creador, Carlos Ramón González (director del DAPRE), en lugar de Mauricio Lizcano que pasa al Mintic. En el Ministerio de Hacienda, el reemplazo de José Antonio Ocampo, un supuesto inamovible, lo sucede Ricardo Bonilla, un economista formado en la Universidad Nacional, que en su juventud participó de las experiencias de izquierda, Comandos y en el proyecto político renovador de la URS, la Unión Revolucionaria Socialista, que no llegó a ser partido4. Después de muchos años, un intelectual formado en el saber de la economía ocupa el principal ministerio. Este nombramiento le quiebra una vértebra a la hegemonía de profesionales de la Universidad de los Andes, que controlaron esta posición por muchos años. Es un seguidor de la política económica neokeynesiana, como su antecesor en la cartera, y el propio presidente, desarrolladores de los presupuestos cepalinos que abrevan en el campo del liberalismo social. Los antecedentes de esta línea económica conectan con la disposición reformista del siglo pasado que empezó con la propuesta del Plan Gaitán. Éste se hundió en su trámite en el Congreso, cuando la mayoría que tenían los liberales con la de Gaitán, la hundió la fracción directorista encabezada por Santos Montejo y López Pumarejo, que no acataron, votando al lado de los conservadores. En 2023, después de setenta y cinco años, Petro, Márquez y el Pacto Histórico pueden, por fin, en contraposición a la propuesta autoritaria, que se reencaucha cada que puede, quebrarle el espinazo a la arquitectura propia del capitalismo político al servicio de los intereses del capital financiero que no paró en mientes, al valerse hasta hoy de la coraza del régimen para-presidencial para frenar a sangre y fuego las aplazadas demandas de reforma agraria pertrechando en forma indirecta las guardias blancas, las AUC y sus sucesores, para desposeer y expropiar a millones de campesinos medios, pobres, colonos y minorías étnicas. La disputa por la hegemonía económica que caracteriza a la ola neoprogresista en América Latina, se juega por una reforma capitalista democrática que libere al campo de los privilegios, y los quistes semifeudales que reproducen el atraso. En la desagregación del bloque histórico dominante ensayó el acompañamiento del Frente Amplio con la dirección del Pacto Histórico. Esa alianza solo alcanzó para la formulación de la reforma tributaria, forzada por la catástrofe de la contrarreforma que hundió en las calles, con millones en rebeldía, la imposición dictada por el gobierno Duque/Carrasquilla, aprovechándose del tiempo de la pandemia del Covid-19. El trompo de poner, entonces, fueron los temores y la cooptación de sectores de la pequeña burguesía, obreros y campesinos, beneficiarios directos o indirectos de las economías ilegales, fomentadas y reproducidas por el capitalismo político, dependiente y periférico. Sumada la coerción agenciada por el bloque paramilitar en campos y ciudades, donde el para-presidencialismo y su proyecto de república oligárquica ha sentado sus trincheras, sembradas en campos y ciudades intermedias que arrebataron con apoyo de las FF.AA, al control de la insurgencia subalterna desde los tiempos de la “seguridad democrática”. Tal es el proyecto que resulta de la degeneración democrática producto de la erosión del régimen Neopresidencial y la democracia representativa sancionada en la Constitución de 1991. Tal resultado cuando en lugar de paz con reformas que establece la Constitución, en el artículo 13, y el respectivo bloque de constitucionalidad, se impuso la política pública de guerra abierta, cuyas bases comienza a edificar el ministro de defensa, Fernando Botero Zea,5 en el gobierno de Ernesto Samper Pizano, quienes dieron respaldo a la creación de las cooperativas Convivir como focos civiles contrainsurgentes en favorecimiento de los intereses terratenientes y agroindustriales. Estas iniciaron la alianza para-presidencial, con asentamientos de prueba en los departamentos de Antioquia y Córdoba. El antecedente propiciatorio fue la financiación brindada por el cartel de Cali, a la campaña liberal en cabeza de Samper y Serpa para ganar la elección presidencial en la segunda vuelta. Esta es la continuidad del “país político”, que Gaitán caracterizó medio siglo atrás como principal oponente político de la presencia decisiva del país nacional popular, al que no logró conducir a la victoria, asesinado por un sicario anónimo. Las muchedumbres subalternas limitadas por una estructura partidaria vertical, afectada por una conducción carismática que dejó huérfano al sector gaitanista, que era mayoría en el Congreso recién elegido, una vez encara el connato intempestivo de insurrección coyuntural; no encuentran una dirección adecuada cuando la muchedumbre citadina transformada en multitud subalterna está dispuesta, primero que todo, a vengar la muerte de su principal dirigente, y se hace protagónica con su heroísmo suicida en esta breve experiencia de guerra de movimientos6. En el recorrido histórico de tres cuartos de siglo de lucha social y política, en el examen de los liderazgos subalternos que toman en consideración, y actualizan los aportes de Gramsci y Gaitán, la trilogía la completa Gustavo Petro hoy. Ante el desafío de darle solución colectiva a una crisis orgánica del capitalismo periférico, como lo es el de Colombia. Para resolver de manera democrática, a través de una cadena de reformas inaplazables, la crisis de hegemonía que se manifiesta en las superestructuras de la sociedad política, cuyo gobierno comanda hoy el Pacto Histórico, y, en simultánea, en la sociedad civil, donde la disputa es con los partidos históricos, liberales y conservadores, y sus derivaciones, que hoy alcanzan a más de veinte, 21, con personería jurídica, y los movimientos que tienen personería. El punto de confluencia actual para la movilizada y convocada multitud subalterna que la componen los sectores populares obreros y campesinos, la pobrería citadina, las mujeres, las minorías étnicas, quienes reclaman y respaldan las reformas, no sin timideces y claudicaciones, vuelve a ser un significante fundamental: la paz total, es decir, una paz con dientes, una paz con reformas efectivas. En esta medida, la paz reclamada por Gaitán en la calle tiene un complemento ineludible, la construcción de la igualdad social, y la abolición progresiva de los privilegios. Es el espacio social y político que permite que, en los escenarios de la representación política, los grupos y clases subalternas hagan experiencias de autonomía. Sin embargo, no hay una intelectualidad orgánica suficiente para orientar de modo consecuente la revolución democrática que empieza de nuevo a ganar momento, y para quien la guerra social prolongada ha sido un obstáculo en apariencia insalvable. De la lectura conjunta de las trayectorias de Gramsci, Gaitán, actualizadas por el liderazgo de Petro, la Colombia Humana y el Pacto Histórico de nuestros días, se define la palabra de orden ¿cuál es? La democracia subalterna, que auto-organiza a los grupos y clases subalternas; y que hace que el pacto histórico se descubra en su potencialidad como un nuevo bloque histórico, porque está nutrido por el flujo de un nuevo sentido común. Toda vez que su dirigencia, la de Petro y Francia Márquez ha redescubierto el núcleo de buen sentido, la paz, que relanza la vigencia de los acuerdos más recientes de 2016. Que resistió y resiste a la guerra social que quiso hacerlos trizas en el gobierno inmediatamente anterior. Pero urge el trámite de la reforma intelectual, moral y educativa, que quedó entrampada en los primeros ocho meses del presente gobierno, cuando colocó al frente del ministerio de educación al neoliberal Alejandro Gaviria, portaestandarte del proyecto gubernamental de Sergio Fajardo, cocinado en las canteras del politécnico de los Andes. En todo caso, lo nacional popular adquiere nuevo brío en el ciclo de luchas que se inician en la coyuntura de 2010, donde universitarios, campesinos y minorías étnicas dieron pasos en firme en la animación de un nuevo sujeto de clase, la multitud subalterna, cuyo pionero fue el maestro de Sáchica, Gustavo Moncayo, heraldo de la paz, que reclamó la liberación de su hijo, y parar la guerra. Con él, la vocería del guerrillero más antiguo de América, Manuel Marulanda, quien interpeló al gobierno de Andrés Pastrana, una vez que reunido con él, hizo posible que triunfara, y abriera una nueva negociación de paz, que sepultó, cuando la paz de la insurgencia venía acompañada de un programa de reformas sociales, económicas y culturales. Cuando Petro se declara heredero de las reformas detenidas desde los comienzos de la República Liberal, en particular, del primer gobierno de López Pumarejo, y las hace suyas, las proyecta y actualiza el legado del progresismo en interlocución con Jorge Eliécer Gaitán, y el liberalismo socializante que buscó modernizar el capitalismo colombiano, consigue el triunfo electoral, con la votación de los jóvenes desempleados y estudiantes universitarios que son parte del complejo de la educación superior, SUE. Entonces aparece también la relevancia de la nueva intelectualidad que se ha estado forjando y formando en las universidades públicas y privadas en los espacios tecnológicos y técnicos, y en el ámbito de la educación formal y no formal. Este es el talón de Aquiles que haga posible el momento catártico de la pluralidad de interés que confluyen en las más de treinta reformas en trámite durante estos cuatro años. Ahí precisamente radica la relevancia y la importancia de la reforma intelectual y moral, la reforma de la educación superior, la transformación progresiva de la ley 30 de 1992. Es un giro que Gustavo Petro no ha hecho todavía. Los universitarios en estos meses de su gobierno le han llamado la atención de la condición de cenicienta en que se encuentra la educación pública superior. Bogotá ha sido la caja de resonancia, y la Universidad Nacional su redoblante. La revolución democrática requiere el acompañamiento de una revolución cultural. Con ella, la formación de los intelectuales que acompaña este proceso hermanándose, auto-organizando a esos grupos y a esas clases fundamentales. Esto es lo que en términos de aprendizaje se deriva de esa experiencia del gaitanismo y del liberalismo que, primero, tuvieron el alimento de la llamada generación de Los Nuevos. Hoy, está intelectualidad que reclamó autonomía e independencia hace más de medio siglo, en 1971, con el programa mínimo de los estudiantes, y se revitalizó con las luchas de la MANE, y el nuevo ciclo de lucha por el presupuesto que se proyectan desde 2018, y en el año 2023, levantan un nuevo programa, tiene ahora el desafío de leer con atención la onda neoprogresista, y hacer la catarsis con la multitud subalterna del populismo en clave democrática, en clave neoprogresista cuando no renuncia a los componentes sociales de transformación social que están allí presentes desde 1948. Edición 822 – Semana del 29 de abril al 5 de mayo de 20231 Esta es una expresión que aparece empleada por Antonio Gramsci en los Cuadernos, pero que recupera y amplía con detalle la reflexión de Michael Foucault cuando se dedica al estudio de La gubernamentalidad, cuando estudia el periodo neoliberal en los capitalismos desarrollados y su crisis en la década de los setenta del siglo XX. 2 Gramsci, Antonio. Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios metódicos, en: Antología. Editorial Akal, Madrid, pp. 438-40. 3 La reunión de Gustavo Petro con Joe Biden en la Casa Blanca, con sus ministros, fijó en nuevo tono en la agenda continental en el espíritu de Amlo y Lula, que constituyen el triángulo neoprogre. Por estos días, Petro despeja la agenda interna de Colombia, con la divulgación el martes 25 de abril, de qué modo se conjugará la paz total, y el miércoles con un paso firme en el desmonte del régimen para-presidencial que impida prolongar la guerra social. 4 Esta experiencia política quedó documentada en la revista El Manifiesto que superó las cincuenta ediciones durante la segunda mitad de los años setenta del siglo pasado. 5 Caído en desgracia por las confesiones del tesorero de la campaña de Ernesto Samper, Santiago Medina, sin que él incriminara al presidente electo. 6 Braun, Herbert. Mataron a Gaitán. DeBolsillo. Bogotá, 1a. edición, 2019. Alape, Arturo. El cadáver insepulto. Biblioteca digital. Univalle. Cali, 2005. | |||||||||||||
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