La noble virtud
de la segunda independencia

 
 
 

Fácilmente en países como Colombia donde mayoritariamente se alaba el sistema capitalista, los gobiernos conservadores y liberales encuentran en las monarquías, EE. UU. y la Unión Europea las solemnidades indispensables para seguir postrados a los pies de sus patronos.

  Óscar Amaury Ardila Guevara
  Abogado, colaborador Semanario Virtual Caja de Herramientas
 
 

El gran INTI ILLIMANI, hace varias décadas nos llenó el alma de dignidad patria cantando entre otros versos, “Que los países hermanos De Centroamérica y sur Borren las sombras del norte A ramalazos de luz… Si hay que callar no callemos Pongámonos a cantar Y si hay que peliar peliemos Si es el modo de triunfar”. Eran tiempos de esperanza liberadora de las naciones oprimidas latinoamericanas, que por centurias, fueron víctimas de las políticas imperialistas del capitalismo desde tiempos remotos, representado hoy por EEUU; a toda costa, el soberbio monstruo del norte aplicaría para la región todos sus planes, operaciones (cóndor), doctrinas (seguridad nacional), para tratar de liquidar el noble propósito de los pueblos, de conquistar un modelo socialista acorde a las necesidades y a los postulados científicos. Cuba había sido una piedra en el zapato, y temían desesperadamente, que su patio trasero y fuente diversificada de riquezas, se convirtiera en un ejemplo a seguir por sus bastardos “hijos” del hemisferio; (un patético expresidente criollo al borde del llanto en un acto público, cual yanqui purasangre les llamó los “padres fundadores”). Para nuestro pasado particular, la primera independencia desarrollada entre 1810 a 1819, fue la expresión nata del pueblo hacia la ineludible emancipación del imperio español, que permanecía bajo la figura de Virreinato de la Nueva Granada; (el mismo nefasto y susodicho expresidente, deslumbrado por la realeza, en la “madre patria”, le entregaba a su rey, recados de amor y obediencia). Las dos manifestaciones del impuesto aprendiz de gobernante, exhibieron las dos maneras de subordinación a una misma condición histórica: las que se desarrollaron bien en las formas monárquicas establecidas desde los periodos esclavista y feudal, o bien las allanadas en los imperios económicos instituidos desde el sistema capitalista mundial.

A contracorriente del tránsito progresivo de la humanidad, del pensamiento científico y la intelectualidad social, el establecimiento tradicional del poder ha conseguido la pervivencia de su representación, en castas sublimadas por quienes aspiran a lograr entrar en esos círculos, o cuando menos servir como piezas útiles en el mantenimiento de las estructuras conservadoras de la sociedad. No ha sido suficiente para la evolución, el ejemplo de quienes rompieron cadenas y yugos de los esclavistas servidores de los reinados primeros, o el valor de destronar monarquías y dictaduras con procesos de independencia y en el mejor de los casos, con la materialización de revoluciones producto del conflicto social y político (Francia 1789, Rusia 1917, China 1949, Cuba 1959, Nicaragua 1979, entre otras). Por desgracia en la generalidad de la población mundial, permanece una actitud abnegada y complaciente con lo conocido, así padezca algunos o muchos sufrimientos; como fue identificado por Kant al respecto, la conveniencia y la cobardía de hombres y mujeres produce un estado perezoso de minoría de edad en sus mentes, eximiéndoles apáticamente de responsabilidades sociales consigo y con sus semejantes. A través del tiempo, las sociedades en su gran mayoría han asumido esa minoría de edad como algo natural y propio, dejando complacientemente que otros piensen por ellos, facilitándole con ello a los detentadores del poder, condiciones óptimas para lograr mantener las estructuras que a ellos les ha significado comodidades, lujos, ganancias económicas, prerrogativas de toda índole. Superar ese estado vegetativo de conciencia habrá de requerir del valor y la decisión que la inteligencia ha prodigado a la humanidad como parte del desarrollo de la vida; así, como los que en número limitado pero excepcionales, alcanzaron a superar esa incapacidad, henchidos de espíritu liberador y esfuerzo magnánimo por mantener íntegros sus pasos, entre lodazales y fuegos. Esta ilustración por fortuna, no ha dejado de florecer en algunos que piensan autónomamente, que después de sacarse la hembrilla del tutelaje ajeno, transmiten la valía suprema de que cada ser piense por sí mismo con toda libertad y racionalidad; cuando los pobres de la tierra logran desarrollar la virtud de reflexionar por cuenta propia, sin aquellas ataduras o imposiciones sistémicas, el hecho va repercutiendo de a poco en las consciencias, convirtiéndose trascendentalmente en la capacidad de obrar eficazmente bajo principios éticos y dignidad colectiva.

Siendo causas y efectos intrínsecos, las dos condiciones históricas de subordinación económica, política e ideológica, son instrumentos adecuadamente engrasados por el sistema, para que se mantengan vigentes durante los tiempos, como soportes funcionales del poder privado: Por un lado, las monarquías rancias, estrambóticas, privilegiadas, rayadas en imágenes y puestas en escena de lo circense y lo cursi, donde unas familias se atiborran de metales preciosos, finas telas y coronas, y otros, los súbditos, servidores obedientes a sus “majestades” que cada tanto cuando la ocasión obliga, les observa desde las barreras, cual siervos y plebeyos haciendo sus concernientes venias y veneraciones. Del otro lado, el capitalismo que adaptando sus propias crisis hasta ahora, ha subordinado a la mayoría de países, con la promesa del progreso y el desarrollo, desde del manido discurso del libre mercado, la competencia y lo que ellos llaman “democracia” (elecciones); apalancándose en los aparatos ideológicos del Estado donde los medios de comunicación juegan un preponderante papel, el capitalismo ha moldeado mentalidades adoradoras del dinero, la ostentación, la superficialidad espiritual y el egoísmo, bajo su doctrina máxima por la defensa de la tradición, familia y propiedad. En el planeta, algunos de los componentes sistémicos del poder económico en ejercicio son solo monarquías, otros solo pseudo-republicas y varios en complaciente contubernio, optaron por un solaz maridaje, para vivir felices entre castillos y parlamentos (casos deplorables los que posan de socialistas en países con “realezas”). Como quiera que sea, las dos formas históricas disgregadas o amalgamadas, hacen parte del calculado libreto de los concentradores de riquezas materiales, que usan y manipulan impunemente el concepto de lo social como distractor a sus verdaderos intereses.

Fácilmente en países como Colombia donde mayoritariamente se alaba el sistema capitalista, los gobiernos conservadores y liberales encuentran en las monarquías, EE. UU. y la Unión Europea las solemnidades indispensables para seguir postrados a los pies de sus patronos. La socialdemocracia y el progresismo se acomoda a las circunstancias, intenta tímidamente una tercería de buenas voluntades, se rebusca ambientes utópicos de convivencia, pero desconoce y niega en la práctica las verdaderas raíces problemáticas estructurales de la sociedad, en donde cada día unos son más ricos y otros son cada vez más pobres. Estas causas y reflexiones están vívidamente fraseadas en las canciones de Inti Illimani, Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, los Guaraguao, Ana y Jaime, entre otros muchos excelentes seres humanos; a los que los mayorcitos deberíamos seguir atendiendo con gusto y admiración, y a los que los jóvenes deberían escuchar para que más pronto que tarde encontremos una verdadera transformación de la sociedad en una segunda independencia.

Edición 824 – Semana del 13 al 19 de mayo de 2023
   
 
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